A las 17:00 del pasado sábado, Mariana Pillajo ya estaba acomodada en una silla plástica cerca de la tarima levantada en el extremo norte de la Plaza de Santo Domingo. Ella y su familia esperaban con ansias el inicio del segundo festival de bandas de pueblo.Pillajo y su familia llegaron dispuestos a escuchar a las ocho bandas de pueblo que tenían previsto tocar durante cinco horas. El sanjuanito y la bomba fueron los ritmos seleccionados para la segunda edición del festival. Píllaro viejo era la canción que Pillajo esperaba oír esa tarde y noche.
A las 18:00, los 22 músicos de la banda San José del Condado abrieron el espectáculo en medio del aplauso de cientos de personas que llegaron a la plaza. Con un elegante pantalón negro y una camisa salmón, la banda deleitó con un mosaico de sanjuanes.
Los esposos Martha Fernández y Ángel Cruz llegaron desde San Diego dispuestos a bailar los alegres ritmos de la música nacional. Las melodías de las bandas trajeron recuerdos a la memoria de Cruz. “Antes era una tradición que las bandas toquen en el estadio de El Arbolito cuando se jugaban partidos de las ligas menores de fútbol, hace unos 50 años”.
Las fiestas parroquiales, con la música de la banda de La Magdalena, es el mejor recuerdo que tiene de su juventud Gloria Granja. “En las fiestas no podía faltar una banda de pueblo”, añade su esposo Fausto Herrera.
Estos grupos musicales han estado en eventos sociales y religiosos, en plazas y mercados como parte de la cultura popular.
Por eso, uno de los propósitos del festival es el de socializar el trabajo de las agrupaciones musicales como patrimonio cultural vivo a través del cual se revitalizan los ritmos tradicionales.
La interpretación de instrumentos, en muchos casos, es parte de un legado familiar. Anderson Loaña, de 11 años, aprendió a tocar el redoblante de su padre Eduardo. Ellos y 13 familiares más tocan en la banda San José del Condado.
Cerca del escenario, con un trombón en sus manos, Verónica Salcán también recordó las lecciones de música de su padre Alberto. Ella lleva ocho años junto a la banda de Puéllaro.
Édison Pusay es músico de conservatorio. Con el saxofón acompaña las melodías de la banda Estudiantes del Chimborazo. Él combina su afición por la música con sus estudios en Ingeniería Automotriz, en la UTE.
Es el turno de la banda La Campiña del Inca. El ritmo los sanjuanitos suenan y a un costado de la plaza, un grupo de extranjeros bailan muy alegres en una ronda.
Personal de la Policía Nacional y Metropolitana se encargaron de la seguridad.
Rosario Sánchez también llegó temprano para ubicarse en un lugar cómodo cerca del escenario. Ella está contenta con la nueva imagen que tiene la Plaza de Santo Domingo. “Antes era empedrada y donde está el andén del trole era la parada de los buses interparroquiales”.
La vecina del barrio La Ronda aseguró que no se pierde un festival de bandas. El último al que asistió fue hace unos 15 días en Nayón. La música de las bandas del Regimiento Quito y la Municipal son sus favoritas.
Entre los integrantes de las bandas también hay músicos con larga experiencia. Pedro Tasiguano ha tocado el barítono 64 de sus 72 años. En sus innumerables presentaciones, él sabe que los músicos contagian el ritmo a la gente.
El escenario se ilumina más con la entrada de la noche. Frente a la iglesia la gente hace fila para comprar empanadas de viento, espumilla, chicha, pristiños y morocho caliente para abrigarse.
La bomba suena en la plaza y el ritmo contagia a Ángela Mantilla y a su amiga Silvana Román. Ambas bailan muy animadas en medio de la multitud. A ellas les parece una buena idea que se promueva la difusión de esta música.
“Es importante rescatar nuestra cultura. Eso fortalece nuestra identidad”. El festival terminó en medio de las luces de los castillos.