Cuenta la cosmovisión andina que Amaru (serpiente en quichua) tiene el poder de transitar desde el Ukupacha (inframundo de la montaña) hacia Jananpacha (mundo superior). Su camino y presencia significa sabiduría.
“El animal es portador de vientos y lluvias que recrean la vida y mantienen el equilibrio”, explica el sociólogo Néstor Castellano.
Desde ayer, Amaru transita por el bulevar de la av. Naciones Unidas, en el norte de la urbe. Sí, la escultura de la Boa Verde, una de las especies emblemáticas del Distrito, se muestra en tamaño monumental (40 metros de largo y cinco de alto) en las amplias aceras de la Naciones Unidas.
Esta especie, cinco ranas marsupiales y una mariposa forman parte de la muestra ‘Fauna escondida’. La exposición busca que los quiteños y extranjeros reconozcan a estos animales y generen una conciencia ambiental para su conservación.
Para que estas especies adornen el bulevar fue necesario un trabajo previo de un mes. El creador de las esculturas, Nixon Córdova, tardó 15 días en diseñar y modelar en arcilla las figuras.
Al entrar a su taller, ubicado en el sur de la urbe, una rana elaborada en fibra de vidrio y resina, que mide dos metros de largo y cuatro de ancho permanece sentada en la parte delantera del taller. El artista Paúl Jauregui fue el encargado de darle color. Es café, con algunas variaciones de tonos y en sus ojos hay unas largas y rizadas pestañas. “Es la mamá de las otras ranitas”, dice el artista.
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Detrás de esta figura se ve otra de menor dimensión (un metro de alto). Junto a ella y vistiendo un delantal de caucho café está el pintor Nelson Román. Con un pincel le da los últimos toques: un ligero dorado para las uñas y para las bolsas de la espalda en la que esta especie de anfibio mantiene a sus crías. Todo el cuerpo de la figura está pintado de azul. Azul Román dice el artista.
“Cuando era niño, solía ir a las fiestas de Pujilí. Ahí, los colores de las artesanías embruajaron mi mirada”. Desde entonces, en sus óleos predomina el azul, el rojo y el dorado. Para el pintor, el primero tiene un significado de vida; el segundo es un rojo sangre que evoca a los personajes míticos de las fiestas populares de la región andina ; y el último es el color del oro y de la planta sangrada de esta región. El maíz.
Román decidió participar de la exposición ‘Fauna escondida’, por pedido del escultor Córdova.
El pintor se toma una ‘shot’ de ron, se limpia las manos en el delantal y dice que su trabajo de tres semanas ha concluido.
Las dos ranas ya están listas, pero faltan las otras tres, la culebra y la mariposa. A 10 cuadras de ese taller se ubica otro sitio en el que las esculturas están por todas partes, desde la fachada del lugar, el patio, las paredes, las ventanas y hasta en los árboles del jardín. Se trata del taller San José Esculturas. Ahí cinco artesanos trabajan en el armado de los tres anfibios restantes. “Trabajaremos hasta la madrugada del miércoles, porque los artistas intervienen las figuras hoy”, cuenta Luis Taco, uno de los artesanos.
Córdova vigila el trabajo de producción de cada una de las figuras. Rodrigo Viera, pintor, lo ayuda. Ellos salen del taller y se dirigen hasta Guajaló. El sonido de una cierra eléctrica y las chispas de una soldadora hacen que la conversación de los artistas sea alzando la voz. “Cómo estamos con el montaje”, pregunta Córdova. Ulianoff Rodríguez, ingeniero mecánico y encargado del montaje de la culebra contesta que el trabajo tiene un avance del 70%.
Una vez listas todas las esculturas, son trasladadas en camiones y grúas hasta el bulevar. Ahí los quiteños y extranjeros podrán admirarlas y fotografiarse con los animales emblemáticos de Quito.