El matador Gabriel de la Casa, apoderado del ecuatoriano Guillermo Albán, relata las diferentes sensaciones en su nuevo papel y reflexiona sobre la fiesta.
¿Qué es mejor: venir a Quito como torero, como lo hacía en los 60 y 70, o en calidad de apoderado (de Guillermo Albán) como en la actualidad?
Es distinto. Como torero se pasan muchos nervios. Está de por medio la incertidumbre, el deseo de triunfar. Mientras que como apoderado se quiere ayudar a tu torero, quieres empujarlo, pero no se tiene la muleta y la espada. Se ayuda con el conocimiento y los consejos, pero luego estás detrás de las tablas y el que soluciona la papeleta es el matador.
¿Se pasa mal en el callejón?
Así es. Se quiere ayudar al torero, pero no se puede ir más allá de las palabras.
¿Le pica las manos por torear al ver un buen toro?
Más bien hay malos ratos. Por ejemplo, el año pasado, cuando Guillermo se rompió el brazo y se dejó el toro bueno en segundo lugar, que finalmente fue indultado por El Juli. Entonces se sufre con estos imponderables. La verdad se pasa un mal rato, porque es todo una incertidumbre.
¿Y los recuerdos de torero que tiene de Quito?
Maravillosos. He indultado dos toros aquí, he cortado dos rabos y muchas orejas. Recuerdo una tarde con El Viti y Palomo Linares, con una corrida de Álvaro Domecq, que corté cuatro orejas y un rabo. Ha habido tardes muy bonitas. Pero parece mentira: la vida pasa, se regresa y todo es historia.
¿Sus momentos más duros?
Varios, especialmente con corridas duras de entre las casi 700 corridas que he matado.
¿La peor cornada que le ha dado la vida?
Los sinsabores que te dan los humanos, que a veces son más duros que las cornadas que pegan los toros. Además, he visto morir en la plaza a dos toreros. En San Sebastián vi morir al banderillero Marco Pita, con un toro de Palha. El toreo es una profesión muy bonita, pero muy dura.
¿Cómo se siente un torero cuando ve morir a un compañero de profesión?
Imagínese: he hablado con él momentos antes (de su deceso). Son momentos muy duros.
¿Esos hechos no llevan a un replanteo de la profesión?
Pues no, porque se piensa que ha sido mala suerte. Aunque también se piensa que te puede tocar a ti. Cualquier toro, más grande o más pequeño, te puede matar.
¿No será que el hecho de que en los últimos años no han existido muertes mediáticas -como la de Paquirri- conduzca al gran público a pensar que el toreo ha dejado de ser peligroso?
La suerte para varios toreros ha sido la medicina. De lo contrario en otra época lo hubiesen pasado muy mal banderilleros y matadores, como el propio José Tomás, que han sufrido cornadas tan duras. La medicina ha impedido que haya mayores tragedias.
¿Qué tan peligroso se ha vuelto el movimiento antitaurino en España?
En España, a raíz de la prohibición de los toros en Cataluña, ha existido un efecto rebote. Se ha despertado la pasión de los taurinos. A esto se suma que a mucha gente que no le gusta la fiesta está en contra de la prohibición. Nosotros lo que pedimos es respeto. El que no quiere ir a la plaza que no vaya, pero que se respete a los que nos gusta. Si hay tanta democracia, pues que nos dejen a los que nos gusta vivir nuestra fiesta, sin molestar a nadie.