El deseo de Jéssica Pajuña de estudiar en el colegio María Angélica Idrobo supera las distancias. La niña, de 12 años, vive con sus padres, Édison Pajuña y Carmen Guaján, en Tumbaco.
Ella les pidió que la matricularan en el colegio Idrobo, ubicado en la av. 6 de Diciembre y Lizardo García, en el norte de la ciudad, para estudiar junto con su prima Estefanía.Para complacerla, su padre hizo fila durante siete días en las afueras del establecimiento. Luego del esfuerzo consiguieron que la niña ingrese al colegio. Por eso, desde septiembre, en el inicio del año lectivo, tendrá que salir de su casa una hora antes del ingreso a clases.
“Le gusta este colegio”, decía Pajuña, el jueves último, mientras hacía la fila. Ocho puestos más atrás se encontraba Marcelo Suárez, de 44 años, quien llegó desde el Comité del Pueblo, para inscribir a Mishell, la primera de sus tres hijos.
Él hubiese preferido matricularla en un colegio cercano a su vivienda, pero le preocupa la calidad de la educación. Para él, el colegio Idrobo es de prestigio y tiene un buen nivel educativo.
“Si la calidad fuera igual no me importaría inscribirle en un colegio del barrio. En algunas instituciones hay profesores caducos y que requieren hasta de cursos de relaciones humanas”.
Según la Dirección Provincial de Educación, 100 planteles educativos fiscales funcionan en todo el Distrito, en jornadas matutinas, diurnas y nocturnas. La mayoría de instituciones se encuentra en el sector centro de Quito (ver infografía).
Para Diego Carrión, ex director de Planificación del Municipio, existe una tendencia a la concentración de escuelas y colegios en esta parte de la ciudad, conocida como ‘hipercentro’.
“El volumen de los viajes estudiantiles es muy significativo en Quito, especialmente cuando muchos de estos se realizan en vehículos privados, en pequeñas busetas y en buses exclusivos”. Carrión agrega que esta masa de vehículos causa una sobrecarga en las vías, especialmente en las horas pico.
El padre de Mishell contratará un bus para que le traslade a su hija desde la casa hasta el colegio. La zonificación educativa ayudaría a resolver el problema de los desplazamientos desde los domicilios hasta los establecimientos educativos y viceversa, asegura Carrión.
Esto evitaría el desgaste y cansancio a los estudiantes y reduciría la congestión en las avenidas. Con esa opinión coincide el edil Fabricio Villamar, presidente de la Comisión de Educación, Cultura y Deporte del Concejo Metropolitano, quien propone que la competencia de la educación debería pasar a manos de los municipios.
La razón, sostiene Villamar, es que desde estas entidades se podría planificar mejor la distribución de los establecimientos. “Lo ideal es que el estudiante vaya a planteles cercanos a su domicilio, pero para que eso ocurra, la calidad debe ser similar en todos”, dijo Villamar.
Él propuso la creación de un Consejo Metropolitano de la Calidad, que actualmente se analiza en la Comisión de Educación.
Por ahora, la sectorización se aplica solo en los 35 establecimientos municipales, desde hace dos años. Según Edwin Meza, supervisor de Educación Municipal, 15 000 alumnos, aproximadamente, se benefician con esta medida.
Norma Redrobán vive en San Juan y buscó un cupo para su hija en el colegio Mejía, en el centro. Ella también cree que la sectorización ayudaría a solucionar la falta de cupos en los establecimientos tradicionales.
“Gente de Machachi y Tambillo también quiere estudiar en este colegio. Eso no es razonable”, reclamó Redrobán.