Distintos destinos tuvieron las relaciones amorosas de diez personajes históricos de Quito. Muchos llegaron a formalizar su amor, con el matrimonio; otros concluyeron en la fatalidad de la soledad, la muerte o la pobreza. Algunos, en cambio, formaron parte de triángulos amorosos que han motivado grandes rumores y novelas.
La mayoría edificó sus afectos durante la época independentista. Otros, “desafiaron las habladurías de la época, por el rol conservador que debía mantener la mujer”, indica la investigadora de la historia colonial de Quito, Susana Freire.
Pero también están aquellos que no son oficiales o que se han querido ocultar. Los motivos más comunes se relacionan a infidelidades.
Así, entre el éxito del amor o trágicos desenlaces culminaron sus romances, los cuales dan cuenta de la vida conflictiva que este sentimiento puede provocar en aquellos personajes que marcaron la historia de una ciudad y un país.
Manuelita salvó de la muerte al Libertador
La quiteña Manuela Sáenz dejó atrás la educación conservadora que recibió de los conventos y se enamoró de Simón Bolívar, pese a estar casada con el médico, Jaime Thorne. Según recoge el libro ‘Quito, testimonio, tradición y nostalgia’ de Edgar Freire Rubio, “después de la victoria de Pichincha, alcanzada por Sucre en mayo de 1822, llegó el Libertador a Quito, y en esa época principiaron sus relaciones amorosas”.
Se conoce que ella viajó a Perú y Colombia para encontrarse con Bolívar. Incluso evitó amotinamientos contra el Libertador. Sin embargo fue bautizada como ‘ La Libertadora del Libertador’ por su hazaña para esconder y encarar a unos hombres que intentaron asesinarlo en el Palacio de Gobierno en Bogotá.
Su historia de amor finaliza cuando Bolívar muere en 1830 y ella se radicó en Perú.
El Mariscal Sucre se enamoró de la Marquesa
En su artículo ‘Los amores de Sucre‘, Cristóbal de Gangotena y Jijón cuenta que tras el triunfo de la Batalla de Pichincha, en 1822, el Mariscal fue invitado a la casa del Marqués de Villarrocha y de Solanda. En la cita, Antonio José de Sucre “gratamente impresionado quedó de la belleza de la primogénita, Doña Mariana”. Posteriormente él se casó con la Marquesa de Solanda, Mariana Carcelén de Guevara, en un matrimonio pactado y que duró 11 meses, hasta el asesinato del Mariscal en junio de 1830.
La Marquesa de Solanda se casó por segunda vez en julio de 1831, con Isidoro Barriga. En aquella ocasión ella había expresado: “con Sucre me casaron, pero con Barriga me casé”. Esta expresión luego se transformó en una recordada frase, según se publica en el Diccionario Biográfico del Ecuador.
Un amor que superó la diferencia de edad
La hermana de Eugenio Espejo, Manuela se casó con José Mejía Lequerica. Esta relación no fue bien vista en aquella época porque ella era 20 años mayor que él y fue un escándalo en aquel tiempo. Además, ella era muy independiente y el centro de la familia Espejo, mientras que Mejía tenía gran una inteligencia.
En el libro ‘Aventuras de amor en nuestra historia‘, se narra que Mejía abandonó la Audiencia de Quito y se fue a España. Ambos mantuvieron su relación, pese a la distancia por cartas, sin embargo, él se enamoró de otra mujer a quien le dejó su herencia.
Relaciones extramaritales
En la colonia, las reuniones para planear la independencia fueron el escenario donde Manuela Cañizares se habría enamorado de Manuel Rodríguez de Quiroga. Susana Freire indica que los historiadores tienen versiones divididas sobre los alcances de esta relación. “Algunos dicen que terminaron siendo amantes; otros, que ella él la ayudaba, pues ella estaba sola y no tenía recursos”.
Esta relación tuvo un final trágico, porque no lograron estar juntos, ya que Manuela logró escapar tras la detención de los incitadores a la Independencia, mientras que Quiroga fue asesinado.
A Rosa Zárate y Nicolás de la Peña se los conoce porque que supuestamente ellos fueron parte de los incitadores del arrastre del conde Ruiz de Castilla, aunque no se logró comprobarlo. Su relación fue polémica y llena de prejuicios al ser partícipes del proceso de revolución en la ciudad.
Durante la República, un personaje conocido por su debilidad hacia bellas mujeres fue Gabriel García Moreno. Uno de sus escandalosos romances fue el que mantuvo con la quiteña, descendiente de extranjeros, Virginia Klinger. Con ella tuvo una hija, la cual fue abandonada en el hospicio San Carlos, ubicado actualmente a un lado de iglesia de San Francisco.
Sin embargo, el amorío que le costó la vida fue el que mantuvo con Merceditas Carpio, la esposa de Faustino Rayo.
Amores de artistas
Las obras de Jorge Icaza fueron interpretadas por la actriz Marina Moncayo, quien luego se convirtió en su esposa y tuvieron hijos. Jorge Ribadeneira la describe como la mejor actriz de Quito, en los años 30 y 40. La particularidad de esta relación estaba en la profesión de ella, pues en ese entonces la mujer no tenía los mismos niveles de acceso público como los hombres.
El poeta quiteño Humberto Fierro, de la ‘generación de los decapitados’, renunció a la comodidad de su estatus al enamorarse de la joven de origen humilde, Soledad Paz. La familia de Fierro pertenecía a los terratenientes de la época en Cayambe, por lo que no estaban de acuerdo con su unión y lo desheredaron. Fue de este modo que se sumió en la pobreza lo cual incidió en su carácter que era neurótico y depresivo.
Otra relación que venció la oposición de la familia fue el de la ‘alondra quiteña’, Cartlota Jaramillo. Ella se casó con el cantante y comporitor, Jorge Araujo Chiriboga. A él le dedicó el famoso pasillo ‘Sendas distintas’.