Centro de Acopio de Gas de Carcelén, en el norte de Quito. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
17 camiones estacionados sobre la avenida Diego Vásquez de Cepeda esperaban la mañana de este martes 12 de mayo del 2015 en los exteriores del Centro de Acopio de Gas de Carcelén, en el norte de Quito.
Sus conductores estaban con los brazos cruzados esperando la entrega de tanques llenos de gas de uso doméstico, para emprender su jornada de venta en barrios como Cotocollao, La Ofelia, Ponciano, Llano Chico y Carapungo. “Y así dicen que no hay desabastecimiento”, comentaba Arturo Vega, el único propietario de un camión de distribución de gas que aceptó dar su nombre. Él y sus amigos llegaron al lugar a las 05:00 y hasta las 10:30 todavía no habían sido despachados. Vega asegura que en un día normal, se le entregan 100 tanques. Esta vez, cuenta, le advirtieron que solo le darían 60. Uno de sus compañeros comenta que reciben como máximo el 75% de las unidades que llevan normalmente. No hay explicación del porqué. No les queda de otra que esperar.
Dentro de la distribuidora hay tres plataformas, la más grande tiene capacidad para casi mil cilindros. Trabajadores bajan la carga y la colocan en los camiones pequeños. Durante una hora aproximadamente, unas 15 personas, en sus autos particulares, se acercaron a preguntar si allí venden gas.
Karen Vivas, de 39 años, cuenta que hace cuatro días el camión no pasa por su casa. Y por la vivienda de su mamá quisieron venderle a USD 4 el tanque por lo que prefirió ir ella misma a buscar en las distribuidoras. Unos 50 metros hacia la avenida Galo Plaza, uno de los camiones se encarga de vender a los particulares. El precio en el lugar es de USD 1, 60. Los camiones los venden a USD 3,25.
Vega cuenta que con la diferencia se costea el combustible, el mantenimiento del vehículo y el sueldo del ayudante. Pero en estas fechas, los ingresos disminuyen. Él, por ejemplo, usualmente trabaja de lunes a sábado y todos los días carga 100 tanques. Ayer lunes, no pudo llevarse ni un cilindro, lo que en su caso significa un día sin trabajar y un ingreso menos para su familia.
Los empleados de la distribuidora no quisieron dar declaraciones. El administrador dijo que el dueño salió y que él es el único autorizado para poder atender a los medios de comunicación.
En el interior del establecimiento se encontraban dos empleados con chalecos del Agencia de Regulación y Control Hidrocarburífero (ARCH). Los funcionarios no quisieron ser grabados ni dar sus nombres, pues dijeron no ser la voz oficial.
No obstante, aseguraron que la situación es normal. plataformas llegaron en la mañana y en la tarde y otras dos. Que si el lunes los comerciantes minoristas no pudieron recibir los cilindros fue por que usualmente los domingos no hay buena producción, porque la planta no envasa las 24 horas, por eso el desfase.
Vega cuenta que hasta la semana pasada estaban dando ‘cupo abierto’, es decir la cantidad de tanques que los intermediarios deseaban. El problema, fue entonces, que los comerciantes que estaban primeros en la lista para ser atendidos, llenaban los vehículos con tanques y llevaban lo que más podían. Cada plataforma carga 12 camiones aproximadamente. Con cupo abierto, dice Vega, cargaban no más de seis. En la lista constan cerca de 70 puestos.
Uno de sus compañeros de trabajo asegura que cuando hay desabastecimiento, los pocos tanques que recibe se le terminan en cuestión de minutos, mientras que en días normales, vende todo el día y a veces le sobran. “Es que cuando no hay la gente se aloca y compra de tres en tres cilindros”, asegura un hombre que prefiere no dar su nombre.
Para Vega, la afectación económica es fuerte. Si solo carga (trabaja) cuatro días a la semana y no seis como suele hacerlo, sus ingresos disminuyen. ¿Y las deudas?, se pregunta él mismo.