Han pasado tres años desde que el Régimen de la revolución ciudadana se instalara en el poder. En el plano formal, llegó a él arropado con un discurso que prometía equidad, justicia y hasta felicidad para todos, sin vulnerar las libertades civiles y políticas del sistema republicano. Una linda mezcla de corrección política con izquierdismo ‘light’…
En un plano más real, el proyecto político de País cuajó gracias a una buena dosis de nacionalismo de trinchera y, sobre todo, a la enorme carga de moralismo revanchista que se utilizó para prometer a la clase media y baja del país venganza por los abusos de los sectores dominantes.
De esta forma, el nuevo Régimen llegó a Carondelet rezumando un supuesto idealismo a ultranza pero también con el anhelo muy concreto de instalarse en el Poder por mucho tiempo, para ejercerlo a plenitud y sin restricciones.
Esta tensión entre quijotismo y pragmatismo político se ha hecho cada vez más evidente al interior del Régimen actual. De lo que he podido ver, buena parte del equipo de Gobierno tiene un genuino deseo de cambiar la sociedad ecuatoriana para mejor. El problema es que no tiene claro cómo hacerlo porque su experiencia se limita básicamente al plano de la especulación intelectual y no al de las realizaciones concretas.
Los que sí saben cómo producir resultados específicos son quienes conforman el círculo íntimo del Presidente. Este grupo de políticos pragmáticos ha sido el que finalmente ha dictado la agenda de Gobierno. Cada decisión tomada por ellos ha estado orientada a fortalecer o a impedir que se debilite el poder político del Régimen y su Presidente. Por esta razón, toda la política económica y social del Gobierno es de corte asistencialista y toda su estrategia política se orienta a asfixiar a la oposición.
¿Cuál de las dos tendencias prevalecerá finalmente? ¿El quijotismo o el pragmatismo político? Esta última, evidentemente. Los quijotes políticos seguirán abandonando la barca del Régimen, en parte también por su incapacidad para generar resultados tangibles. Quedarán únicamente los pragmáticos, los políticos orientados a permanecer en Carondelet a como dé lugar.
¿Qué significará esto para nosotros, los ecuatorianos? El manejo populista de la economía seguirá hasta que el precio del petróleo lo permita. El gasto público masivo continuará y los subsidios tenderán a ampliarse.
Lo que sí cambiará es el discurso del Régimen: poco a poco se dejarán de lado las proclamas de felicidad, igualdad y justicia para ser reemplazadas con vocablos duros -conspiración, patria o muerte- que busquen amortiguar el creciente descontento de la población porque su situación económica sigue desmejorándose.