En las anteriores campañas del Gobierno, que han sido muchas, no se había visto el estado de crispación que hoy lo agobia. En la campaña de la segunda vuelta de 2006, es decir antes de su primer triunfo, se vio sagacidad y paciencia para revertir los resultados de la primera vuelta.
¿Por qué hay exasperación frente a una consulta (donde supuestamente se deciden temas cívicos y legales y no necesariamente políticos), cuando el presidente Rafael Correa lo ha ganado todo y conserva un envidiable capital político basado en buena parte en el alto gasto público?
Se podría ensayar una primera respuesta y decir que un gobierno acostumbrado a minimizar los riesgos (naturales, económicos, diplomáticos) y que cuenta con pocos fondos de contingencia y pocos nuevos ingresos asegurados, debe sentirse incómodo con el azote del clima, la reactivación del Tungurahua y la pérdida de la Atpdea.
Cuando uno está concentrado en la campaña, con entrevistas diarias y mítines en toda la geografía nacional, seguramente son exasperantes fallas como la del Prefecto de Pichincha para resolver el regreso de los turistas el último feriado. O cuando los alcaldes y ministros tienen que dedicarse a sus tareas, y hay que reconvenir a asambleístas y dirigentes por su falta de entrega.
Se podría decir que esa es la tragedia de acostumbrarse a ganar todo y no poder moverse frente a nuevos escenarios, como ha sucedido también en la comunicación, donde las recetas de siempre se han mostrado poco efectivas frente a fórmulas creativas. Los panzer resultan poco efectivos en la guerra de guerrillas.
Pero la crispación también puede deberse a que ha ido consolidando un modelo intolerante, que a estas alturas necesita concentrar más el poder y restringir más las libertades de quienes ha declarado enemigos. El Presidente se ha ido despojando de las voces discrepantes a su alrededor, incluyendo figuras de cierta talla, hasta quedar rodeado de un puñado de funcionarios instrumentales; de operadores políticos que no tienen nada que ver con el “proyecto” original; de intelectuales “orgánicos”, para usar la jerga sociológica, y de prestos “soldados rasos de la revolución”.
No es extraño que haya más incidentes en la campaña, aunque por supuesto se trata de “provocaciones de la oposición, con financiamiento extranjero para tumbar al gobierno”… Por eso, “forajidos” de la época gutierrista quedan convertidos en vulgares “majaderos” con los cuales no hay que tener contemplaciones, y personajes respetables como Carlos Michelena y Jefferson Pérez son unos “vendidos”.
Correa dijo el viernes, en Napo, que el pueblo tendrá que presionar a la Asamblea para que implemente rápidamente las reformas. Pero primero esperemos los resultados y cuidémoslos. Lo que ya se sabe es que hay menos miedo y que no habrá un 4 a 1, aunque los nuevos dueños de la razón estén muy bravos.