La imponente movilización oficialista que se tomó el centro de Quito no fue suficiente para que el gobierno de Rafael Correa mantuviera su tesis de que es el dueño de la verdad en materia minera.
Aunque sus huestes coparon tres plazas cercanas al Palacio de Carondelet y el parque de El Arbolito, Correa terminó por aceptar que pueden existir puntos por revisar con sus opositores en materia de explotación minera.
Aunque en sus ocho intervenciones públicas volvió a pintar como “desestabilizadora” a la Marcha por la vida y a sus líderes, finalmente dejó entreabierta la puerta a un diálogo en el futuro.
“Siempre han estado abiertas las puertas al diálogo”, fueron las palabras que pronunció casi al finalizar su comparecencia en la Plaza de San Francisco, ya entrada la tarde de ayer.
Y si bien aclaró que su gobierno no dialogará con “oportunistas” o “traidores”, reiteró que está dispuesto a recibir en la Casa de Gobierno a la dirigencia “sensata” del movimiento indígena, para discutir el tema minero, aunque no precisó los puntos específicos.
“El Gobierno dijo que no negociaría nada sobre la minería, pero al final termina por abrirse. Ese es un éxito para los grupos sociales, porque el Presidente termina oyendo lo que no quería oír y modificando su postura originaria”.
Esa es la lectura del politólogo Jorge León, luego de escuchar el discurso pronunciado ayer por el Primer Mandatario y de mirar la dimensión de la marcha minera.
De hecho, antes de asistir a las concentraciones organizadas por Alianza País y los gobiernos locales afines, funcionarios como Betty Tola, ministra de la Política, ya hablaron de que sí es posible conversar con quienes cuestionan la política minera, para buscar un entendimiento.
En ese punto, el Régimen aclaró que ex aliados como el prefecto Paúl Carrasco (Azuay), el ex ministro Gustavo Larrea, el asambleísta César Rodríguez y la cúpula del Movimiento Popular Democrático (MPD) no son interlocutores válidos. Pero dijo que sí es posible un acercamiento con la dirigencia de la Conaie, con la que en años anteriores ya ha mantenido acercamientos por temas ambientales. Ese fue el caso de las mesas de diálogo que se organizaron en 2009 con ese movimiento, luego de las protestas por el contenido del proyecto de ley de aguas.
No obstante, la aparente apertura al diálogo está condicionada por el Gobierno. Su argumento central para hacerlo es la fuerza de convocatoria evidenciada ayer en las calles y plazas de Quito.
En efecto, escudado por miles de identificados con la maquinaria política-electoral de Alianza País, el Presidente no se cansó de exaltar la capacidad de movilización de su partido y su régimen.
De ahí que anticipara que un eventual diálogo solo puede darse con “inteligencia” y “corazón”. “No hay que ser tontos, no hay que cerrarnos, utilicemos las empresas que tienen tecnología (…) Bien utilizada la minería nos da los recursos para poder salvar nuestros afluentes de agua”.
Ya en la tarima, luciendo cómodo con sus bases movilizadas y tratando de minimizar la convocatoria de los sectores sociales de oposición, Correa machacó en la idea de que toda la protesta minera y por el agua estuvo filtrada por una supuesta intención de desestabilizar a su gobierno.
Los epítetos y descalificaciones a la oposición cayeron con igual fuerza que lo hacía el agua desde el cielo en San Francisco. “Golpistas”, “oportunistas”, “traidores” o “mentirosos” fueron algunas de las palabras que se oyeron en los parlantes . “Los servicios de Inteligencia tenían pruebas contundentes de los afanes conspirativos, cómo tocaban las puertas de los cuarteles para ver si hoy alguien les hacía caso o los apoyaba para desestabilizar al Gobierno. ¡Qué gran derrota que han sufrido y qué victoria popular y de la democracia!” , agregó Correa.
En adelante, los discursos e intervenciones oficiales, así como las consignas de los partidarios, pisaron los terrenos electorales.
Desde las plazas se escuchaba el grito de “!reelección, reelección!” que ha sido una constante desde comienzos del 2012 en los actos de carácter oficial.
“¿Por qué no esperaron a las elecciones para barrernos?”, se preguntó el Jefe de Estado.
“Lo que hizo el Presidente fue ratificarse en que tenía razón e intentó hacer un peso-contrapeso entre multitudes y causas de la movilización ”, apunta León.
¿El Gobierno puede sentirse satisfecho con su capacidad de convocatoria de ayer?
Para el Régimen no cabe duda de que se erigió en el “triunfador” de la jornada. Entre otras razones, porque las manifestaciones de las organizaciones sociales no tuvieron opción de acercarse hasta la sede presidencial, como lo dijo el propio Mandatario.
Sin embargo, desde el campo académico, el analista Francisco Rocha cree que tiene un límite la política de movilización del Gobierno para contrarrestar las protestas de disidentes.“La visión que ha tenido Correa, desde el 30-S sobre la oposición se traduce en su permanente deseo de movilizar gente y atacar a sus adversarios como golpistas. Se movilizó el 8 de marzo, lo hizo ayer. ¿Lo hará cada vez que la oposición y los sectores sociales quieran protestar?”, se pregunta Rocha.