En el catolicismo el perdón no es un concepto con plazos perentorios, pero es llamativo que Camilo Samán haya decidido desistir del juicio penal contra el periodista Emilio Palacio dos meses después de la muerte de su padre, quien según el funcionario le pidió que cumpliera este acto cristiano.
Dado que es difícil leer la política a la luz de las convicciones religiosas, el hecho es que el “perdón” de Samán llega cuando la discusión de la Ley de Comunicación pareciera a punto de entrar en el “limbo” legislativo y el Ejecutivo declara que no es una ley prioritaria para su proyecto.
Pero ni estos amagues ni la actitud rocambolesca de la Presidenta de la Comisión deben llamar a engaño: el Gobierno no dejará de atacar a los medios privados, y el control y la sanción resultan eficaces. Tampoco la Asamblea archivará el proyecto del cual siguen apareciendo borradores.
No es creíble, como dice el Presidente de la Asamblea, que el Consejo de Comunicación no sancionará; ¿entonces por qué se discute tanto sobre las sanciones? Habrá una Ley que reflejará los postulados del poder, lo cual, por supuesto, no quiere decir ni que será justa ni que será duradera. Ni que respetará el acuerdo legislativo de diciembre.