Todo parece indicar que Alianza País, en su conjunto, sacó muy pocas lecciones del revés electoral del pasado 23 de febrero. Su actitud en los últimos días es la misma del pasado: poco espacio para el diálogo con las minorías.
Debe ser muy complicado para sus militantes cambiar de hábitos políticos de la noche a la mañana. Más aún, cuando la estrategia oficial ha sido insistir en que pese a la derrota en las ciudades más pobladas del país, la lista 35 se sigue considerando la primera fuerza política a escala nacional.
Pero la propaganda es una cosa y la realidad es otra. En la Asamblea ya hay focos de tensión que se escapan del control de Alianza País. Lo que pasó ayer con la presencia de los Yasunidos es un ejemplo de cómo la intolerancia política es mala consejera.
Según la versión de la opositora Magali Orellana, las autoridades de la Asamblea le negaron el uso de la sala de prensa, que está en la planta baja, para que ella y el colectivo Yasunidos hicieran una proclama política.
Ante esa negativa, Orellana se movió al salón de un piso superior que estaba junto al lugar donde el bloque de Alianza País sesionaba. ¿Cuál fue el resultado? Un grupo de airados muchachos presionando a esos legisladores para que firmaran por su consulta.
Sin duda, fue un momento incómodo para legisladores como Virgilio Hernández, quien tuvo que dedicar varios ‘trinos’ de su cuenta en Twitter para explicar por qué él se opone a esa consulta, matizando además el alcance político de su representación parlamentaria.
Pero la prohibición a Orellana y a Yasunidos no ha sido la única. El Pleno de la Asamblea se ha negado a debatir públicamente sobre el futuro del legislador Cléver Jiménez, sentenciado a 18 meses de prisión, sin que su inmunidad fuera tomada en cuenta en el juicio. Además, la moción de Mae Montaño, sobre la crisis venezolana, fue dejada de lado en un primer momento.
Si Alianza País opta por el diálogo, incidentes como el de ayer seguro no se repetirán.