Redacción Guayaquil
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Si no fuera porque hablar se le complica un poco, él sería como Juan, María o Susana. Si no fuera porque desde su nacimiento una leve parálisis cerebral marca su vida, Jorge Sevillano, de 8 años, sería como cualquiera de los otros niños de su clase.
38 766
personas
con discapacidad en edad escolar hay en el Ecuador
según datos
del Conadis.
La sonrisa de su rostro se dibuja con inocencia. Y en el aula es uno más. Juega, grita y aprende con sus demás compañeros de segundo año de básica. Claro, con ciertas adaptaciones.
Mientras sus amigos escriben en sus cuadernos y atienden al maestro, Jorgito está acompañado de su tutora, la psicoterapeuta Sonia Pincay. Y en lugar de lápiz usa cartillas para aprender números y letras, se le complica tomarlos por su problema motriz.
Tratar a los niños con discapacidad como a los demás alumnos e integrarlos en los salones de clase es uno de los propósito del Colegio Delfos de Guayaquil.
Para esto, cuentan con un programa de inclusión que se desarrolla desde hace más de 14 años. En esta institución estudian 28 niños con distintos tipos de discapacidad como síndrome de Down, problemas de aprendizaje, autismo, problemas de hiperactividad agresiva, hidrocefalia y trastorno bipolar.
En cada curso hay dos chicos con discapacidad. Ellos cuentan con la asistencia profesional de una tutora que es experta en temas de educación especial.
Según la coordinadora del programa, Carmen Lastra, la idea es integrar a los chicos con discapacidad para que socialicen con el resto y crear nexos de amistad y compartimiento, que ayude a motivar el aprendizaje.
Otra de las metas también es diluir la discriminación. A pesar de que al inicio un grupo de padres se oponía, la idea sigue en marcha.
En la Escuela Ignacio Molina, en el salón de sexto de básica, un muchacho sobresale entre los demás. Es un adolescente.
El acné y un poco de barba lo delata entre sus compañeros.
Gabriel Triviño tiene 14 años y un leve retardo mental. Por eso, comparte la clase con niños de 9 y 10 años.
Él asiste a este establecimiento fiscal, ubicado en el suroeste de Guayaquil y es parte de un programa de inclusión que se inició hace 20 años. Pero en esta escuela no hay un tutor especializado por aula. Solo la psicóloga educativa Carmen del Pilar Reyes es la encargada de dar apoyo como parte del programa.
“La inclusión es un derecho y estamos en proceso”, dice.
La metodología de enseñanza varía para los profesores. Íngrid Araujo, quien tiene 16 años de experiencia en la docencia, ubica a los alumnos con discapacidad en las primera bancas y los sienta junto a los estudiantes más aplicados del salón.
El currículo es otro de los elementos que cambia.
El plan de estudio se desarrolla según las habilidades de los estudiantes. La Escuela Ignacio Molina tiene 247 alumnos inscritos en la mañana, entre ellos, tres con síndrome de hiperactividad y uno con agresividad, siete con discapacidad intelectual, uno con síndrome de Down, uno con mal de Hasper y varios con problemas de aprendizaje.
Uno de los principales requisitos para que un alumno con cualquier tipo de discapacidad ingrese a una escuela regular es que alguna institución especializada remita un informe que especifique ciertas cualidades que deben manejar como autonomía, independencia, sociabilización, entre otras.
Un cromosoma más, en lugar del par usual de cromosomas, causó un trastorno genético en Stefanía Aguilera, de 15 años.
Esto implica un cierto grado de retardo mental. Pero tener síndrome de Down no le impide a Stefanía ser bastante aplicada.
Tampoco se le dificulta relacionarse y ganarse el cariño de sus compañeros de décimo de básica del Colegio Delfos. Lo hace entre risas y abrazos.
Punto de vista
‘Una cultura pro inclusión’ Luisa Valdez / Directora
La inclusión es un proceso que implica una filosofía de vida, el maestro debe creer en que todas las personas tenemos potencialidades, hay que tener una cultura inclusiva para proporcionar una educación para todos.
Desde hace dos años, rige el Plan Nacional de Educación Inclusiva que obliga a todas las instituciones educativas a recibir a personas con discapacidades leves y moderadas. Tenemos dos centros de Inclusión, 48 escuelas con maestras de apoyo, 27 escuelas respondiendo a la diversidad, 15 escuelas y colegios particulares educación inclusiva.
Hemos capacitado a 750 maestros. Pero aún falta mucho, los profesores tienen que educar por igual, sin hacer diferencia.