“Crucé, muy emocionado, por primera vez el Paso de la Muerte del que, me pareció, habían exagerado sus peligros. Para mí fue el ‘paso a la vida’, una vida de ideales y aventuras que solo se los logra viviendo el lema ‘arriesgarse es empezar a triunfar’”.
Después de esta aventura ‘mortal’ – y luego de centenares de ascensiones al Rucu en las que disfruté cruzando este paso, una vez más al cabo de 57 años, lo crucé y ayudé a cruzarlo, con la colaboración de los guías de Aire Libre, a 31 participantes del programa ‘Del Ilaló al Cotopaxi’ entre ellos un niño de 11 años, una decena de chicas, aficionados mayores de 40 años y algunos extranjeros. La vida se veía en los rostros tensos pero exultantes de los noveles montañeros, que descendían asegurados por las cuerdas ‘las miedosas’ paredes ‘verticales’.
Con voluntad, decisión y esfuerzo vencieron el temor al abismo, al vértigo, a lo desconocido. Durante hora y media escalaron las cuchillas rocosas, aferradas sus manos y sus pies en los agarres fisuras de las rocas, y con renovado ánimo y coraje vencieron después el temido paso de la muerte. Sintieron palpitar su vida, su espíritu, lejos, por completo, de todas las falsedades urbanas y de toda su asfixiante ansiedad consumista. Descubrieron que el montañismo es una puerta a un mundo de profundas realizaciones personales y alegrías insospechadas y permanentes.