Los años le pasaron factura. Son necesarios cuatro intentos para que el vehículo arranque. El Papamóvil que trasladó al Santo Padre Juan Pablo II, cuando visitó Ecuador en 1985, permanece en el Santuario de El Quinche, parroquia rural ubicada al oriente de Quito.
Allí tiene su garaje y una persona especial destinada para conducirlo. Allí cuenta en silencio su historia, sus más de 33 años de vida, desde que llegó al Ecuador. Luego de movilizar al Papa, sirvió para trasladar a la Virgen de la parroquia, pero hoy está a días de descansar. Será llevado a un museo donde lo exhibirán como reliquia pues en su interior viajó un santo.
Su primer hogar fue la Arquidiócesis, ubicada en el Centro Histórico de la ciudad, junto al Palacio de Gobierno. Pero como el vehículo no tenía utilidad, hace unos 27 años, lo enviaron a este santuario, regentado por la Congregación de Misioneros Oblatos.
Esta camioneta blanca de marca Chévrolet -antigua y desgastada-, fue diseñada específicamente para trasladar al Papa, pero desde que llegó al Quinche, ha sido utilizada para movilizar la imagen de la virgen, cuando debe ser trasladada a otras parroquias, pueblos o provincias del país.
Xavier Piarpuzan, misionero oblato del santuario, cuenta que la Virgen de El Quinche es misionera por lo que con frecuencia es invitada a recorrer los pueblos. Viaja usualmente cada mes, dependiendo de las fiestas marianas. El único requisito es que el párroco interesado haga una solicitud para que la imagen de la virgen acuda.
Hasta hace un par de años, esos viajes los hacía a bordo del Papamóvil, pero debido al diseño y al tiempo de vida del vehículo, su estado ya no es el óptimo.
Piarpuzan reconoce que desde hace algunos años el Papamóvil presenta problemas relacionados principalmente con fallas en el motor. Para movilizarse, debe hacerlo en segunda marcha, con la doble transmisión activada. Aún así su desplazamiento es sumamente lento.
A pesar de los problemas propios de su edad, es un vehículo que en su época, hace tres décadas, era considerado de lujo. Tiene calefacción, refrigeración , sonido interno y externo, dos sillas destinadas para la ubicación de la seguridad del Santísimo y cuenta con un blindaje de siete centímetros de vidrio, capaz de resistir, piedras, golpes e incluso balas. Todo se sostiene en una estructura de metal.
Pisar su interior produce cierta sensación de paz. Quizás por la caja de cristal que lo proteje o porque la alfombra del piso suaviza los pasos, o porque en su interior el papa Juan Pablo II paseó por las calles de la capital.
El principal inconveniente que presenta el vehículo al momento es el alto costo de su mantenimiento. Como es una camioneta construida especialmente para funcionar como Papamóvil, no hay repuestos en el mercado. Cuando algo se daña, lo que ocurre con frecuencia, se debe mandar a fabricar. Como resultado, las piezas son muy costosas, algunas han llegado a costar hasta USD 2 500. El panel de instrumentos del vehículo muestra que en sus más de 30 años ha recorrido
123 000 kilómetros, lo que un auto promedio recorre en 10.