Que las fumarolas ni las emisiones de gases del Cotopaxi o los cañonazos del Tungurahua no nos asusten. Por ahora, el primer volcán -activo sin erupción- está relativamente tranquilo, pero no significa que no esté pasando nada.
El monitoreo indica que existe la salida de gases, cuya cantidad a veces aumenta y luego baja, pero nada más. Para el caso del Tungurahua, el Instituto Geofísico informó que desde el martes último comenzó a lanzar ceniza y también se escuchan bramidos. La previsión de los técnicos es que puede haber un incremento de la actividad eruptiva, la cual comenzó hace más de 15 años (exactamente en 1999).
La experiencia que se ha acumulado con el Tungurahua nos ha enseñado que la información oportuna, adecuada, útil y sencilla ha servido mucho y ha evitado caer en pánico o alarma innecesarios.
Una muestra de ello es la actitud positiva que han mostrado los habitantes que viven en las cercanías del volcán y de las zonas un poco más lejanas, como Ambato o Penipe (Chimborazo). Ellos saben qué hacer y a dónde ir cuando el coloso se despierta. No ha sido fácil, pues les ha tomado 15 años aprender a convivir con su vecino. En esa manera de afrontar los arrebatos del Tungurahua tienen mucho que ver la información, preparación y educación que han recibido desde que comenzó la reactivación.
El Geofísico les enseñó a entender cada señal del volcán, a estar comunicados y conectados todo el tiempo para informarse, han participado en simulacros de evacuación, conocen las rutas de emergencia y las herramientas para protegerse de la ceniza … En fin, los habitantes del Tungurahua son el mejor ejemplo de cómo debemos prepararnos para comportarnos frente al Cotopaxi y el Reventador. Esa experiencia ya es emulada por los vecinos del Chiles y Cerro Negro (frontera con Colombia), que se reactivaron en el 2014.
Entonces, lo aprendido con el Tungurahua que nos sirva para actuar frente a las amenazas del Cotopaxi.