En La Habana se adecúan los espacios públicos. Abundan los afiches referentes a la revolución y a Obama. Foto: AFP
La llegada del presidente Barack Obama a Cuba desata pasiones que van desde la esperanza y admiración, hasta la desconfianza, dudas o escepticismo. Pero pocas personas en esta isla caribeña permanecen indiferentes a la visita del Presidente estadounidense.
“La visita va a ser simbólica porque en ese país manda el Congreso (Legislativo)”, comentó un hombre jubilado de 68 años que prefirió no dar su nombre, mientras hacía la fila para comprar huevos en un agromercado, en el barrio habanero de Vedado.
Desde hace semanas, brigadas de la construcción en esta capital reparan edificios, remozan monumentos y colocan nuevo asfalto para mejorar las rutas que transitará el Primer Mandatario de EE.UU.
“Obama no puede decidir por sí mismo terminar el bloqueo”, impuesto a Cuba desde 1962, continuó el sexagenario. “Y, cuando acabe el bloqueo de Estados Unidos, hay que esperar por el fin del bloqueo interno. ¿Usted ha visto cómo están los precios?”, destacó sobre el alza del costo de los alimentos que marca este año.
Tanto él como otros muchos habitantes de Cuba apenas sienten mejorías en sus vidas después que Washington y La Habana normalizaron sus relaciones diplomáticas en diciembre de 2014, tras más de medio siglo de hostilidad.
En vísperas de la histórica visita, el Gobierno estadounidense lanzó nuevas medidas para ampliar los viajes y comercio con la isla, que entraron en vigor el pasado miércoles. Entre ellas, sobresale que la población e instituciones financieras cubanas pueden usar el dólar para algunas transacciones, algo inédito a lo largo del embargo.
“La gente en mi barrio está muy contenta porque han arreglado las calles y pintado las fachadas. Todos hablan de lo que va a pasar”, dijo María Álvarez, una empleada del servicio doméstico de 38 años, que vive en las inmediaciones de la Embajada de Washington en esta capital, reabierta en agosto de 2015.
Pero a Álvarez también le preocupa lo que puede suceder luego que el Presidente del ahora exenemigo y su esposa, Michelle Obama, dejen la capital cubana rumbo a Argentina.
“¿Y después qué? Pudiera haber problemas de desabastecimiento en las tiendas porque un acontecimiento como ese atrae a mucha gente. Y… con los disidentes”, comentó con voz cautelosa.
Pero pese a las expectativas, la visita de Obama no parece alterar del todo el habitual ritmo pausado de La Habana. “Todo el mundo espera que haya mejorías”, dice Marco Alejandro Suárez, un habanero de 20 años frente al Parque Central, frente al Gran Teatro. “Yo quiero que avance el país”.
“No podemos esperar que de fuera nos vengan a cambiar”, dice Vivian Luis, empleada de banco de a quien le gustaría ver en menos “tabúes” y “trabas”. Raidel Pérez, por su parte, no espera que esta visita impulse las relaciones bilaterales. “El Presidente está terminando su mandato”, dice el cubano de 28 años respecto a las próximas elecciones en ese país.
La última vez que un Presidente de Estados Unidos visitó Cuba -en 1928- recibió una bienvenida apoteósica, y su delegación bebió ron cubano como si fuera el día del juicio final. Han pasado nueve décadas, una Guerra Fría y muchos tragos amargos del olvidado viaje de Calvin Coolidge a La Habana, pero la atmósfera que rodea la visita de Obama tiene ciertas similitudes.
Obama, al igual que Coolidge, es un presidente que trata de dejar su marca personal en cuanto a política exterior durante su último año de mandato. El Mandatario aseguró que su agenda incluirá encuentros con representantes del creciente sector privado cubano, la sociedad civil y la oposición al gobierno socialista.