El domingo, Marko Martin -quien salió hace 20 años de Alemania del Este- me dijo algunas cosas que no me puedo sacar de la cabeza. Cosas como esta: “Una persona normal no puede respirar en un régimen totalitario”. Entonces se materializó en una imagen lo que me incomoda tanto del caso Emilio Palacio vs. Resto del Mundo: la sensación de asfixia que me produce.Ante tal descubrimiento, por una parte sentí alivio: al parecer soy normal. Pero inmediatamente después me dio miedo; y cuando siento miedo empiezo un tortuoso interrogatorio contra mí misma. Agárrense que viene lo bueno.Las preguntas me iban creciendo en la cabeza, como tumores malignos que terminan dejándolo a uno paralizado: ¿He vivido siempre rodeada de gente anormal? ¿Necesariamente la gente que inhala y exhala sin problemas en medio de un régimen totalitario -o sus remedos- es anormal? ¿Desde cuándo ser normal no es lo normal? ¿Qué es ser normal? Y así, casi hasta el infinito.Pero volviendo a Palacio vs. los Todopoderosos y a la sensación de asfixia que esto me produce, lo que más me inquieta (y obstaculiza las vías respiratorias) es el silencio que ha rodeado el caso.Salvo las notas informativas de rigor sobre la sentencia que dictó la jueza Segunda de Garantías Penales del Guayas, Carmen Argüello, y los editoriales de los principales periódicos y otros medios (que penosamente parecen tener los mismos efectos que las patadas de un ahogado, o sea ninguno), pareciera que al resto le da lo mismo. Y viene Marko de nuevo a colación. Dijo: “Hoy mismo es fácil encontrar gente que cree que si uno cerraba la boca todo estaba bien en Alemania Oriental”. Cómo escuchar eso sin cortocircuitarse.Produce horror esa aceptación colectiva -tácita- de lo que es contra natura (que una persona crea que quedarse callada es la solución), de lo que no es normal (que en una democracia la gente vaya presa por dar su opinión).Marko también dijo: “Ya sentían así; no se daban cuenta de cuán absurdo es aceptar eso como natural. Era una autocensura muy profunda”. Y ahí estaba la palabra clave: autocensura. ¿Cuántos de nosotros -incluso los que nos creemos normales, los que nos asfixiamos con la sola idea- no nos autocensuraremos después de ver lo que pueden hacer con Emilio Palacio? Seguramente la mayoría; normal no es sinónimo de temerario.Por eso mejor me curo en salud y no les pregunto si ustedes sienten asfixia con todo esto, porque en caso de que dijesen que no, pudieran inferir que les estoy llamando anormales; por lo tanto estaría injuriándoles y me montarían un juicio ejemplarizador… No se crean, ya estoy asesorada por un bufete de abogados (carísimos, como se volvió normal).Eso sí, ahí les dejo esta pregunta: ¿Ustedes son normales? (¿Quieren serlo?).