Redacción Quito
Una cartulina grande, esponjas, pinceles y pintura de todos los colores fueron suficientes para que los niños con experiencia de vida en calle crearan su imagen de la ciudad.
A las 09:30 del pasado viernes, los niños de la Casa de la Niñez 2, en La Armenia, pintaron un cartel en el que plasmaron sus ideas de lo que para ellos es Quito. Algunos también graficaron la ciudad que desearían tener, sus deseos y sus anhelos.
En la amplia sala de artes plásticas de la Casa, que es uno de los proyectos de la Fundación Patronato San José, les aguardaba en una mesa un pliego de cartulina blanca. Los siete niños, de entre 11 y 12 años, inmediatamente se reunieron alrededor para comenzar a mezclar la pintura, que es lo que más les gusta.
Mientras, Juan Carlos y David Espinoza reían mezclando el azul y el amarillo para crear un verde bosque, Giovanni Yambiza dibujaba con un pincel la plaza de San Francisco. Con gran concentración por el dibujo que estaba realizando dijo que para él este es uno de los mejores lugares que tiene la urbe.
A este niño de 13 años, la plaza y el parque de La Carolina le parecen llamativos por sus colores. En ellos observa lo puro y lo tradicional. Asimismo, Johnatan Alvarado, de 11 años, cree que el lugar más bonito es La Carolina.
Con seriedad y tristeza a la vez recordó cuando antes de llegar a la Casa de la Niñez dormía en el avión ubicado en ese espacio de recreación, en el norte.
Así como Johnatan, los 22 niños y jóvenes de entre 8 y 18 años que permanecen en la Casa fueron rescatados de las calles del Distrito. Muchos de ellos no cuentan con un referente familiar, han perdido a sus padres o han salido de sus hogares por recibir graves maltratos.
Un grupo de 12 personas, entre psicólogos, trabajadores sociales y operadores laboran en este centro. Allí realizan terapias con los niños que llegan y con los que viven allí para evitar que vuelvan a callejizarse. Los operadores salen a las calles para intentar que los niños accedan a obtener este beneficio social.
Una vez dentro, reciben clases de arte en ese espacio de paredes amarillas y anaranjadas, en donde dan rienda suelta a su imaginación. Para ellos el trabajo grupal es motivador.
Con las manos manchadas de pintura, Jefferson Mina quiso expresar algunas frases para Quito. En ellas decía sentirse feliz por la ciudad tan bonita que tenemos, pero al mismo tiempo expresó sus anhelos. “Quiero que ya no haya más niños en las calles. Que el Presidente comparta el agua, la luz y la comida”.
Con el paso de las horas, los pequeños fueron perdiendo el miedo y el nerviosismo que les da al entablar una relación con los adultos. Así fue como juntos dibujaron El Panecillo, con esténciles de flores en los que combinaron los colores vivos.
Finalmente escribieron: “¡Viva Quito!” en la parte superior de su obra y añadieron juegos pirotécnicos para festejar.