Susana Carpio lleva en sus brazos al Niño Jesús, en medio de los festejos carnavaleros. Foto: Santiago Arcos / Para EL COMERCIO
Esta vez la celebración se trasladó al sur, al sector de Los Esteros. Por ello, personas desinformadas que llegaron hasta la avenida 9 de Octubre, centro de Guayaquil, no pudieron ver el Pase del Niño Carnavalero.
Héctor Carpio, descendiente de quienes instituyeron en el Puerto Principal esta tradición que se originó en Riobamba, lamentó que el Municipio no les haya otorgado el permiso para hacerlo como siempre, en el bulevar guayaquileño.
Pero eso no opacó esta celebración, que tiene una parte espiritual y otra festiva. En la iglesia de San Juan Bautista, en la ciudadela Los Esteros, el padre Rafael Arboleda ofreció una misa en honor al Niño Carnavalero. Allí acudieron familiares y amigos de Julio Carpio y María Velasteguí, quienes hicieron el primer pase el lunes de Carnaval de 1992.
Desde entonces se hizo una tradición, en la cual sus 13 descendientes, así como nietos y otros familiares, toman la posta cada año.
En esta ocasión, la prioste fue Susana Carpio. Ella fue la encargada de organizar la celebración, que incluyó a grupos de danzantes y músicos.
Luego de la homilía, desde las afueras del templo se inició la fiesta. Elva Llerena, una de las organizadoras, comentó que entre los grupos estaban danzantes que le hacen honras al sol y en esta ocasión le brindaron sus honores al Niño Jesús.
Otra tradición andina traída desde Chimborazo es el ritual del Diablo Huma, así como el grupo de danzas autóctonas Nueva Esperanza. Ellos ofrecen su baile a Jesús. Esto mientras la banda de músicos JQ y la Nueva Integración entonaban música de la Serranía.
Iván Castillo, nieto de los esposos fundadores, explicó que hay quienes llegan desde otros puntos, incluso desde Estados Unidos y España. Él lo hizo desde Manta con su familia. “Es una tradición cultural y familiar que transmitimos de generación en generación”.
Aunque no tiene los números exactos, Castillo dice que los esposos Carpio-Velasteguí tienen unos 45 nietos y 70 bisnietos, con los que se espera esta fiesta religiosa-cultural perdure en Guayaquil por muchos años más, en memoria de sus abuelos.
Otro de los personajes de la celebración es el diablo. Desde hace unos 15 años lo personifica José Puga, un vecino de los Carpio en la ciudadela Santa Mónica, también en el sur.
“Yo soy guayaquileño pero mi padre es ambateño, descendiente de Juan Montalvo. Entonces, por amistad y por tener en la sangre algo de la Sierra ecuatoriana es que me uno a esta celebración”, dijo Puga, mientras danzaba y daba leves azotes con su larga cola roja.
A su alrededor había 15 mujeres ataviadas con trajes
serranos. Ellas bailaban al son de la música nacional, encabezando el desfile, detrás de un automóvil en cuya cajuela estaba dispuesto un parlante desde donde salía la música que acompañaba a los danzantes.
Mientras avanzaba el desfile, llamaba la atención de quienes residen en esa zona y muchos salían a tomar fotos con sus teléfonos. Quienes transitaban en vehículos se detenían a observar el pase del niño.
Nadie se salvó de recibir una rociada de espuma de carnaval lanzada por los danzantes o familiares de los organizadores: ni curiosos ni Susana de Carpio. Ella, como prioste, llevaba en sus manos la imagen del Niño Jesús, la misma que utilizan desde hace 23 años.
Lucía un traje típico de la Sierra, al igual quienes la escoltaban. Cerraban el desfile de 1 kilómetro de recorrido hasta su casa, en la ciudadela Santa Mónica. Allí seguiría el festejo.
En otra ceremonia, los grupos de danza y música ofrecieron sus honores al Niño Jesús. Luego vendría la tonada de música con la banda de pueblo, acompañada con comida típica de Chimborazo y un baile que se extendió al resto de vecinos.
Antes de concluir con la jornada religioso-cultural, la familia hizo el anuncio tradicional de cada lunes de Carnaval. Edison Guacho Carpio fue designado prioste para el 2016.