Redacción Cultura
En la salas Miguel de Santiago, Eduardo Kingman y Oswaldo Guayasamín, de la Casa de la Cultura, se mantiene en exposición la muestra ‘De lo real mágico a lo real trágico’, del artista Nicolás Herrera.
El deslumbramiento por la belleza de la naturaleza es una de las líneas discursivas más comunes de esta muestra, compuesta por cerca de 80 piezas de mediano y gran formatos. Los óleos y las esculturas en fibra de vidrio han sido trabajadas como símbolos de esa defensa de los recursos naturales. El hecho de que el artista viva en una de las lomas que rodean al lago de Yahuarcocha (en la provincia de Imbabura) no es gratuito, según cuenta.
“Para mí la geografía no es sencillamente paisaje sino que es una fuente simbólica muy fuerte que está cargada de mitos, leyendas y, en general, es un símbolo de cómo nos relacionamos con la realidad. Por eso parto de un realismo que me parece mágico”.
Esta simbología telúrica y mítica está atravesada, además, por varias referencias visuales del mismo artista. En varios de sus cuadros, Herrera ha incluido autorretratos en los que él aparece en gestos de dolor y angustia.
“Todo mi arte es vivencial. Vivir significa pintar y viceversa. Esos autorretratos también marcan etapas existenciales muy duras que me tocó vivir y expresar”.
Esos realismos de uso particular de Herrera también tienen, dice el artista, una dimensión social e histórica.
“Cuando uno se da cuenta del espacio maravilloso en el que vivimos no puede estar ajeno también a la tragedia de este país. Su historia política, llena de tragedias, me llega como un zarpazo”.