La Nación Argentina, GDA
Holanda suele ser presentada como un paradigma por quienes impulsan políticas despenalizadoras del consumo de drogas. Su aparente permisividad sobre el uso de sustancias alucinógenas es resaltada por aquellos que apoyan el fin de la persecución de la tenencia personal de estupefacientes.
Gran Bretaña no salvó ni a Harry
El príncipe Carlos envió en 2002 a su hijo Harry, quien tenía 17 años, a una clínica de desintoxicación para que viera con sus propios ojos lo que ocurre con los adictos. Fue porque el Príncipe supo que su hijo había fumado marihuana. Días después, Scotland Yard anunció una investigación contra el joven. En Gran Bretaña el control de drogas se diferencia en tres categorías. El consumo de todas las sustancias alucinógenas está penado. En la categoría A se incluyen los estupefacientes más peligrosos; luego le siguen B y C. La marihuana, que estaba en el grupo C, desde enero pasado fue ubicada en la escala B. En la lista A están la cocaína, la heroína y las drogas sintéticas. La pena máxima por tenencia de una sustancia del grupo A es de siete años de cárcel; su comercialización puede significar la prisión perpetua. La marihuana y las anfetaminas están en el grupo B, con una sanción máxima de cinco años de prisión para aquellos que sean descubiertos con esas drogas en su poder. Tener drogas C, psicofármacos y la ketamina, representa un castigo de dos años de prisión.
Pero la idea de que en Holanda la gente tiene libertad para drogarse es falsa. En rigor, en Holanda es delito el consumo de cualquier sustancia prohibida, según informan los documentos de su Ministerio de Asuntos Exteriores, relacionados con la política sobre drogas. Solo hay cierta consideración para el acceso a la marihuana en los llamados ‘coffee shops’, lugares reservados para la compra y consumo de menos de cinco gramos diarios de esa droga. Incluso constituye delito la compra de marihuana en esos lugares permitidos solo en 81 de los 443 municipios holandeses, pero existe un acuerdo judicial de no perseguir el consumo personal en esos establecimientos.
Las autoridades holandesas buscan, con esta modalidad, dividir el mercado de drogas en ‘duras’ (cocaína, heroína y pastillas) y ‘blandas’ (marihuana), con el objeto de facilitar el acceso a la cannabis sativa y evitar el contacto del usuario con los traficantes. Esa política es duramente cuestionada por la junta de fiscalización de drogas de las Naciones Unidas.
Más allá de la polémica por el método elegido por Holanda para controlar el consumo, la fantasía de un paraíso de libertad donde el adicto puede hacer lo que desee queda en el terreno del mito. La tenencia de marihuana, en un caso descubierto en la vía pública (fuera de un ‘coffee shop’) por la Policía, merece penas de hasta un mes de arresto y 3 350 euros de multa.
La advertencia de Holanda está impresa en su documento oficial consular en materia de drogas: “En Holanda están prohibidas todas las drogas. La única diferencia es que no se persigue la venta de hasta 5 g de cannabis en los ‘coffee shops’ si se cumplen condiciones muy estrictas”.
También se alerta en el Ministerio de Asuntos Exteriores que “en Holanda el consumo de drogas no suele ser un fenómeno generalmente aceptado; es desalentado, entre otras cosas, por la información que se da en las escuelas y mediante campañas acerca de los riesgos (que entrañan) las sustancias que crean dependencia”.
La estadística de 2005, la última informada por Holanda, señala que en ese país el 3,3%
(363 000 personas) de la población de entre 15 y 64 años es consumidor habitual de marihuana, mientras que el 0,3% (32 2000 personas) inhala cocaína y el 0,4% (40 000) reconoció el uso de pastillas de éxtasis.
La escala de penas en Holanda marca diferencias entre las drogas duras y blandas. Traficar cocaína tiene una sanción judicial máxima de 12 años, mientras que la misma acción con marihuana recibe como máximo 4 años de prisión. La tenencia de cocaína para uso personal se castiga con un año de prisión, mientras que la de entre los 5 y 30 gramos de marihuana, con un mes de arresto.
Los ‘coffee shops’, únicos lugares habilitados para la compra y consumo personal de marihuana, sólo pueden tener un stock de 500 gramos de cannabis en sus depósitos. Holanda tiene, pues, un estilo propio de control del consumo de drogas que invita a la polémica, pero descarta el mito de ser tolerante de las drogas.