El gran martillo negro y rojo sigue conectado al cabezal por donde se empezó a extraer petróleo en la Amazonía del país, hace 40 años.
Ahora es el símbolo del nacimiento de Lago Agrio, ciudad básicamente comercial, que ha crecido a la sombra del ‘oro negro’.
“La Texaco cavó como dos metros en el primer pozo y salió bastantísimo petróleo. Se emocionaron tanto los gringos que dijeron “esto se parece a Sour Lake, en Texas”, cuenta Eduardo Flor, coordinador del área social del Municipio de Lago Agrio. Sour Lake, traducido al español, significa Lago Agrio. Desde entonces se conoció a la zona con ese nombre de aquella localidad estadounidense.
La concesión que el Estado otorgó a Texaco Gulf (1969) empujó a los ecuatorianos hacia tierras orientales. El Oriente, en especial Sucumbíos, estaba integrado por pocos asentamientos mestizos y en su gran mayoría por nacionalidades indígenas: sionas (Lago Agrio, Cuyabeno y Shushufindi), secoyas (Shushufindi) y cofanes (Lago Agrio).
La llegada de las petroleras, de sus trabajadores y de los colonos desplazó a estas tres nacionalidades. En aquella época, el presidente José María Velasco Ibarra mantenía la consigna de que hay tierra abandonada en la Amazonía y se la debe poblar.
Eufemia Castillo, de 73 años, recuerda que Velasco Ibarra, al pisar el suelo pantanoso de Lago Agrio, dijo que iba a construir una escuela y un pequeño Enprovit.
Castillo es de Quilanga, en Loja. Junto con su esposo y sus cinco hijos llegó hasta El Carmen, en Manabí, en 1967. “Allí el señor Jorge Añazco organizó a los lojanos para que vengamos acá (Lago Agrio). En Manabí conformamos la Cooperativa Nueva Loja”.
En 1969, cuatro familias lojanas llegaron desde El Carmen hasta Santa Cecilia, en Sucumbíos. Los primeros colonos, luego de vivir por un tiempo en el cuartel militar de Santa Cecilia, llegaron en canoa hasta el actual camal, cercano al río Aguarico. En esa zona, para 1969, ya estaban los campamentos petroleros.
Castillo y su familia laboraban para los trabajadores petroleros. Ella lavaba la ropa de los empleados de Texaco en el río Aguarico y su esposo, Erasmo Rojas, con pala en mano se encargaba de los desechos que generaba la petrolera.
El trabajo de los colonos se relacionó mucho con las petroleras, en especial con Texaco. La multinacional subcontrataba a los primeros pobladores y estos, a su vez, levantaban sus negocios para cubrir las necesidades de la petrolera. Tiendas, hoteles e incluso los primeros cabarés, que se asentaron en la actual vía a Colombia, fueron construyéndose con dinero del petróleo.
La bonanza petrolera en Lago Agrio se fue para el Estado, que no correspondió con obras de infraestructura básica. “El dinero estatal nunca llegaba. Nosotros dependíamos del sueldo de los petroleros hasta hace ocho años atrás”, dice Judy Muñoz, hija de uno de los primeros fotógrafos de la ciudad. En las imágenes que guarda de su padre se observa a un Lago Agrio sin carreteras, con casas de madera y puentes con un solo carril. Para pedir ayuda al Estado se organizaban manifestaciones. “Cuando nos enfermábamos acudíamos al único centro de salud que había en el pueblo, que era de la compañía Texaco”.
Actualmente, los servicios básicos todavía escasean en zonas periféricas de la ciudad, el único hospital público tiene déficit de médicos y los proyectos de agua potable recién se empiezan a cristalizar en los planes oficiales.
La ciudad ahora está llena de pequeños comercios que se dedican a la venta de electrodomésticos, motos, etc. El turismo es un nuevo filón de negocios.
34 años de operación
El pozo Lago Agrio 1 se cerró el 31 de julio del 2006, cuando producía apenas 33 barriles diarios, la mayor parte de agua. Durante más de tres décadas generó para el país alrededor de 10 millones de barriles de crudo.
Según el Instituto de Estadística y Censos, el 25,4% de viviendas en Sucumbíos tiene acceso a servicios básicos como agua, electricidad, alcantarillado.
El Ministerio de Recursos Naturales no Renovables tiene calculado que USD 351, 2 millones de excedentes y utilidades se distribuirán en este año para Sucumbíos, Napo, Orellana, Pastaza y Santa Elena (región Costa).