Antes de preparar un asado, una fritada o un estofado, se debe tomar en cuenta no solo la calidad de la carne, sino el corte.
Esto servirá para utilizar de forma correcta el tipo de carne que necesita y escoger el método de cocción adecuado. Y así aprovechar sus proteínas, sabor, textura y no desperdiciar ni un pedazo.
Los nutricionistas recomiendan que los adultos consuman 150 gramos y los niños 100 gramos de carnes rojas , tres veces a la semana. En el libro ‘Los sabores de la carne’ se explica que las carnes más saludables son aquellas que contienen menos proporción de grasa saturada (magras).
La carne de cerdo es rica en aminoácidos (unidades elementales de las proteínas) y ácidos grasos monoinsaturados (menos riesgo para la salud). Tiene ocho a 10 veces más vitamina B1 que el resto de las carnes. En cambio, la carne de res tiene un alto porcentaje de yodo, manganeso, zinc, selenio y hierro. El cordero aporta con vitamina A y B12.
Otra de las recomendaciones que el consumidor debe tomar en cuenta al momento de adquirir un tipo de carne es la edad del animal. Por ejemplo, los vacunos no deben superar los tres años y los porcinos los seis meses. Esto garantiza una porción blanda, sana y tierna.
El proceso de almacenamiento también es importante, ya que permite que la proteína madure. Al comprar la carne se la debe congelar por tres o cuatro días para obtener un sabor agradable y buena textura. Es más tierna y jugosa porque se produjo un proceso de ablandamiento.
Cuando se la va a usar, se la coloca en la parte inferior del refrigerador hasta que se descongele.
En las grandes cadenas distribuidoras de carne, la maduración se da antes de cortarla en pedazos. Facilita una distensión (aflojar) en los tejidos. Por eso las reses se cuelgan después del sacrificio.