Ante un auditorio lleno, el 2 de marzo del 2011, las autoridades mineras ecuatorianas exponían en Toronto (Canadá), todas las bondades del país para atraer a la inversión extranjera y con esa presentación se ganaron aplausos. Lo hacían en la Conferencia Anual de la Asociación de Exploradores y Explotadores Mineros en Canadá (PDAC, por sus siglas en inglés), considerada la feria minera más importante del mundo.
En esa época, la reciente aprobación de la ley, el potencial de los campos auríferos y los anuncios de firmar contratos con actores de las grandes ligas, como Kinross, eran un gancho atractivo.
Tres años después, no ha pasado nada. Ecuador ni siquiera figura en el programa del PDAC 2014. Al contrario de Perú, que participa en la edición de este año (del 2 al 5 de marzo), con una delegación de 500 empresarios.
En este tiempo, el país ha sido impreciso en su agenda minera, aunque siempre ha fijado su mirada hacia China y por ello solo figura el contrato firmado con Ecuacorriente en el 2012, por el campo Mirador; mientras que Kinross dejó la joya de la corona, el campo Fruta del Norte.
A inicios de este año, el Ministerio Coordinador de Sectores Estratégicos presentó el Catálogo de Proyectos Estratégicos 2014-2017, con el objetivo de buscar inversiones por USD 27 800 millones. En ese plan, el sector minero apenas espera captar USD 75 millones, con seis proyectos.
L as reformas anunciadas y ofrecidas al reglamento a la ley, para revisar las ganancias extraordinarias, siguen pendientes. Además, ahora se suma un componente adicional: en las elecciones del 23 de febrero, el oficialismo perdió las prefecturas en las provincias mineras (Azuay, Zamora y Morona). Mirar en el corto plazo a un Ecuador con un desarrollo minero responsable y con elevados estándares de inversión extranjera resulta bastante complejo. Y si a eso se suma que la inversión mundial en exploración minera cayó 29% en el 2013, afectada por los bajos precios, la situación se pone cuesta arriba.