Ecuador es un país con un alto nivel de emprendimiento. Si el año pasado, uno de cada cinco adultos estaba planeando un nuevo negocio, el Gobierno apunta a que hasta finales del 2011 ese índice se incremente.
Según el Global Entrepreneurship Monitor de la Espae (Espol), el Índice de Actividad Emprendedora Temprana se ubicaba en 21,30% (en 2009 fue de 15,8%).
Programas de capacitación, apoyo estructural y hasta un ‘reality’ para premiar al mejor emprendimiento se han registrado a lo largo de este año. En esta última iniciativa participó el Ministerio Coordinador de la Producción.
Pero, quienes ya pasaron su período de inicio destacan que lo más complicado es mantenerse. La falta de recursos para reinvertir y la difícil aceptación del producto nacional son, entre otras, las mayores complicaciones.
En ello coinciden Nelson Arias (Calzado D’Aron), Marcos Valencia (Inveragrocorp) y Paula Muñiz (Maquita Solidaria).
Desde 1998, Nelson Arias confecciona calzado de cuero para niños y caballeros. Le tocó pasar la crisis financiera que culminó con la dolarización en el año 2000.
Difícilmente se podía cumplir con la fabricación de 50 pares de zapatos a la semana, pero con perseverancia Arias puede contar, ahora, que confecciona hasta 400 pares por día. Su planta está ubicada en el Suburbio de Guayaquil y da trabajo a 56 personas.
El mayor sacrificio fue dejar sus productos bajo consignación en una cadena de autoservicio de la ciudad. El problema es que el retorno no era inmediato y por ende la inversión tardaba. Ahora vende al contado a varios almacenes de calzado, pero su mayor contingente está en los cantones.
En 2005 vino otro reto: competir con el calzado chino de muy bajos precios. Pudo hacerlo a base de innovación: moda y calidad. El as bajo la manga fue una plantilla antibacteriana que reducía la sudoración y por ende los malos olores, algo que el otro calzado no podía garantizar, recuerda.
Arias resalta que son precisamente nuevos emprendedores quienes empujan su negocio. Algo similar sucede con la agroindustria manabita Inveragrocorp, dueña de la marca Don Joaquín.
En este caso, los tenderos son sus mayores clientes. Al mes, la empresa factura un promedio de USD 70 000 en la línea alimenticia. Salsa y pasta de tomate, ají, mermeladas y demás productos forman parte de la oferta de esta industria que da trabajo a 30 personas en planta, según Marcos Valencia, director comercial.
Desde su fundación, hace 11 años, el mayor inconveniente para posicionar la marca Don Joaquín fue la falta de reconocimiento por el producto nacional, ante tanta importación.
Pero este mes, la marca ya estaba por finalizar negociaciones con dos grandes supermercados.
En el país también hay emprendimientos que luego se formaron en grandes marcas y que tienen proyección exportable. Maquita Cushunchic es el mayor ejemplo de lo último. Con su marca Maquita, comercio justo, exporta a casi todo el mundo artesanías, granos, palmitos, panela granulada, textiles y recientemente barras de chocolate al 60 y 80% de puro cacao arriba o nacional.
Según Paula Muñiz, gerenta de Maquita, lo más destacable de estas iniciativas es la cadena de beneficiarios en la red microempresarial. Allí participan cerca de 400 organizaciones que agrupan a más de 100 mil personas.
Conocer ese tipo de obstáculos es fundamental para un nuevo emprendedor. Y Pedro Tzerembo, de la nacionalidad shuar, cree que ya pasó esa etapa. Él, junto a los integrantes de otras siete comunidades shuar y kichwa, arrancó un proyecto turístico.
Tzerembo cuenta que tuvieron el apoyo financiero de FIDA, una ONG italiana. Con esos recursos realizaron las adecuaciones y ofertan, ahora, paquetes turísticos desde USD 45 para nacionales y 68 extranjeros.