Radiohead, insisten sus fanáticos, no solo fue el mejor grupo de los noventa, sino también el mejor de la historia. ¿Sí? ¿No? Puede ser.
Sergio Paz
Columnista
Colabora para El Mercurio, lleva dos libros publicados, ‘ Santiago Bizarro’ y ‘Larga vida’, y viene otro en camino sobre el arquitecto Kulczewski, que prepara junto a Alberto Fuguet. El Mercurio de Chile, GDAEn Chile no solo se cuentan por miles los fanáticos que descargaron su disco (récord sólo comparable con el de los mexicanos), sino que, aún más revelador, la idiosincrasia local sería extraordinariamente afín con el carácter depresivo, romántico-uterino de estos chicos de Oxford que con ‘OK Computer’ cambiaron la historia de la música. Y, en la pasada, fundaron el mito de que Chile siempre fue una Nación Radiohead: un país cínico y ‘cool’. Alguien hizo una encuesta en Inglaterra y se llegó a la conclusión de que el mejor álbum de la historia había sido ‘Revólver’, de Los Beatles. En el número 2 ‘rankeó’ ‘OK Computer’, esa bien aceitada máquina de sensaciones, ideas y sonidos que, en caso de que pudiéramos obviar el efecto macro pop de Los Beatles, dejaba a la pandilla de Thom Yorke en el primer lugar. Cosa a la que apostó Michael Stipe, de R.E.M., cuando afirmó que ese disco era el más bacán en la historia de la música.
No sé. Con Radiohead pasa que nunca encuentras una canción mala. Todos son temas impactantes como Creep, con el cual no es necesario ser rubio, medio perdido en la vida, para decir ‘déjame que quiero llorar un rato a solas’. Es que es verdad: escuchas cualquier cosa de ‘In rainbows’ y te matas. Pones No surprises, High &Dry, en el MP3 y sientes que Santiago, con lluvia, es la mejor ciudad del mundo.
La música de Radiohead es increíble, pero también es música sufrida. Música fetal ideal, en el fondo, para gente que no quiere crecer. Música que hace del ‘adolescer’ no una patología, sino un maravilloso estado de gracia. Y, habrá que reconocerlo, no sé si será superchileno eso, pero sí me recuerda a muchos amigos, amigos chilenos, a uno mismo, a los cuales (a ratos me incluyo) la moral Yorke (¿no me entiendes? no te preocupes, yo tampoco te quiero entender) les vino como anillo al dedo.