Young Joon Kwang trabaja su obra en el contexto de la colaboración y las comunidades; de esta manera, incluye otras voces y tiene más oportunidades de que le escuchen.
Género es un concepto cada vez más omnipresente. Y cada vez más desafiante, porque ya no se resume en, ni se resigna a, la perspectiva binaria que le fue asignada hace tanto, pero tanto tiempo, que hay una buena parte de la población que cree que es natural, aunque en realidad sea una construcción sociocultural. Para Young Joon Kwak, la continua reflexión alrededor del género es indisociable de su vida y de su obra. Habla de ello una tarde calurosa del 4 de julio, mientras una decena de sus paisanos festeja a unos pocos metros en un patio cercano, con un humeante y aromático BBQ, la fiesta patria.
Antes de empezar a conversar, me pide que mantenga su identificación como ‘she/her’, es decir en femenino, porque esa es su identidad de género; o también podría hacerlo como ‘they/them’, en plural. Acordamos que será como ‘she’ (ella), porque para los fines de una entrevista de esta naturaleza (fuera del campo académico o activista) la claridad ayuda a dejar mejor sentado su punto. O sea, a hacer el intento de encontrar la punta del ovillo de un tema que podría ser más sencillo si hubiera voluntad de parte de la mayoría.
¿Deberíamos dejar de pensar en términos de género en un intento de evitar el modelo binario?
No creo que sea posible, ni tampoco que ayude. El lenguaje, a veces, es tan específico en ciertos niveles fundamentales y es por eso que hay tanta confusión y conflictos para tratar de abordar el género de forma completa. Y a mí me interesa más expandir su uso.
Es decir, ¿más útil que eliminar su uso es ampliarlo?
Sí, pero no solo hay que trabajar con el lenguaje, sino también hay que hacer una expansión de la conciencia, de la tolerancia y la aceptación de las variedades de tipos de género.
¿Sumar opciones, para que la gente tenga más lugares donde ubicarse?
Eso mismo, y para eso es necesario un modelo inclusivo. Si no, esa posibilidad de diferenciación para cada uno puede transformarse en una forma de mayor marginación para quienes ya están marginados. Por eso yo estoy más interesado en un modelo expansivo.
¿Qué es un cuerpo o un ser cuando no se lo trata como una entidad binaria?
Pienso en cómo vemos a los cuerpos y cómo hay que expandir también lo que pensamos sobre esos cuerpos. Mis prácticas artísticas están muy enraizadas en la idea de cómo puedo expandir el pensamiento sobre los cuerpos que veo e interpretarlos cómo entidades más maleables y mutables. Verlos más allá de estas ‘cosas’ orgánicas; verlos como cuerpos que pueden ser añadidos. O pensarlos en formas más expandidas como cuerpos de agua, cuerpos de instituciones… Un cuerpo como mucho más que un ser singular y discreto, y más bien como uno que está conformado por muchas cosas, muchos fragmentos distintos.
Además, el cuerpo está cambiando siempre.
Exacto, siempre está cambiando. A eso hay que sumar las ideas de qué es un cuerpo ‘apropiado’ , qué es un cuerpo ‘bello’. Y cómo todo esto cambia cuando ese cuerpo envejece, o cómo cambia cuando nos enfermamos.
¿El género es mutante?
Más bien es mutable, sin duda. Esta etiqueta de ‘mutante’ (señala a un tatuaje que tiene cerca de su hombro que dice Mutant; además Young Joon Kwak utiliza esta idea en su obra) le da un giro lingüístico.
Y es una provocación también, una posición política, ¿cierto?
Sí, por qué no. Pensemos en la etiqueta ‘queer’, que fue usada mucho para perseguir a la gente diferente y denigrarla por eso. Pero ‘queer’ ha sido reivindicado como un término más inclusivo, que ahora es poderoso y que reafirma la posibilidad de un modelo más expansivo de sexualidad y género. Por eso es que yo me he alineado con esta idea de ser mutante; además es un concepto que está dentro de mi obra, en el sentido de la creación de nuevas formas de belleza, que en este caso es una belleza mutante, para no recrear las mismas nociones antiguas de lo que es bello.
¿El tiempo y el espacio de un ‘cuerpo en transición’ son distintos?
En relación con el cuerpo cis (el de una persona que identifica su identidad de género con el sexo con el que nació), o sea el más convencional, creo que sí hay una manera distinta de mirar el tiempo y el espacio.
¿Más expandida o constreñida? ¿O está siempre variando?
Solo pensar en cuerpos y géneros que están en transición, variando, y siendo capaces de cambiar e identificarse como mutables, hace que haya una expansión en relación al modelo tradicional. Solo pensar en una forma alternativa de mirar el género y la identidad, como un constructo más grande, posibilita imaginar un mundo diferente, un mundo en el que queremos vivir, en el que hay espacio para todos. Pero nosotros hemos tenido que crear esos espacios; por eso mucho de mi trabajo es con comunidades, para lograr hacerlo.
¿Cómo se siente permitirse este tipo de expansión más allá de las barreras sociales y culturales?
Hay mucho esfuerzo detrás. Y, por otra parte, de alguna forma, también es liberador. Uno se vuelve más vulnerable en este camino y las experiencias personales están muy relacionadas con el odio y la violencia que tenemos que sufrir. Y esa clase de exposición incrementa esta necesidad de encontrar y crear lugares seguros para todos, y encontrar modelos alternativos de familia, de comunidad, cuando nuestras propias familias nos han rechazado. Pero esforzarse para que esto cambie vale la pena; he visto cambios al respecto en todo el mundo y siento que mi trabajo como artista en relación a estos temas quizá pueda incidir también.
Aparte de lo doloroso que ha sido, ¿te has divertido intentando cambiar el estado de las cosas?
¡Claro! (se ríe) Me he divertido mucho, porque ha sido liberador. Y esa es otra cosa interesante en términos de ser parte de un grupo marginado, porque empiezas a encontrar conexiones y a hacer alianzas con otros como tú, y en ese proceso hay mucho aprendizaje.
¿Por qué crees que para la mayoría de gente es tan difícil poner en práctica esto que cantan Los Beatles: ‘Let it be’ (Déjalo ser)?
A causa del peso de la historia, del lenguaje y de la cultura visual. Desde la Antigüedad, incluso dentro de la historia del arte. En mi última obra, por ejemplo, hice una representación de Hermafrodito, que es esta figura que se supone debe representar la síntesis de los ideales de lo masculino y lo femenino. Y a lo largo de la historia esta figura ha sido representada como una mujer con pene, y algunas veces está cubierta con una tela que cuando se levanta revela la ‘procacidad’ de esta imagen. Porque solo se la ve desde un punto de vista. Esto tiene que ver con cómo Occidente ve los cuerpos y la confusión y conflicto que generan las posibilidades de cuerpos hermafroditas o los intersexuales, los transgénero, los no binarios, etcétera.
¿Quizá la mayoría de gente teme estos nuevos cuerpos y géneros porque se siente confundida al no poder entenderlos?
¡Pero no son nuevos!
Es cierto.
Han existido a lo largo de la historia.
Pero sí tienen una nueva visibilidad.
Sí, quizá; sobre todo, dentro de la cultura visual. Y yo siento una cierta responsabilidad en hacer que esto (la visibilidad) continúe.
Entonces, la mayoría no acepta estos otros cuerpos y géneros porque le son confusos, ¿cierto?
No pueden procesarlos, es cierto. Pero yo también estoy confundida todo el tiempo (se ríe fuerte). Porque tengo que pensar en todas las complejidades que me hacen ser la persona que soy (artista visual potente, con mucho futuro, y también el hijo de una familia evangélica coreana que migró a Estados Unidos “y que no está familiarizada para nada con lo que soy”).