Seis heridos, uno de ellos grave: una vez más una manifestación en la noche del jueves, 7 de febrero, en Río de Janeiro degeneró en violencia, poniendo en duda la capacidad de las autoridades de contener eventuales desbordes durante el Mundial de Fútbol que se iniciará en junio.
El gigante sudamericano, con 200 millones de habitantes, ya conoció masivas manifestaciones contra el alza de los precios del transporte, la corrupción política y la elevada factura pública en obras del Mundial durante la Copa Confederaciones de junio pasado.
Las protestas, que se prolongaron durante meses, terminaron muchas veces con enfrentamientos violentos entre policías y manifestantes, sobre todo los radicales anarquistas del Black Bloc.
Desde noviembre la calma había regresado a Río de Janeiro. Pero el jueves al caer el sol, por iniciativa del Movimiento Pase Libre (MPL), que defiende la gratuidad del transporte público, más de mil manifestantes invadieron la estación Central de Río, la principal estación ferroviaria de la ciudad, a raíz de una nueva alza del precio del boleto de autobús.
El clima era festivo, pero poco a poco se fue tensando. El objetivo de la manifestación en Río, que acogerá desde el 12 de junio siete partidos de la Copa del Mundo, incluida la final, era secreto: “liberar” la estación de trenes suburbanos y permitir que la gente viajara gratuitamente.
La estación fue escenario de combates durante varias horas, con los manifestantes lanzando piedras y fuegos artificiales contra los policías y estos respondiendo con gases lacrimógenos y a bastonazos. Al caer la noche, los manifestantes lograron que muchos cariocas abordaran sin pagar los trenes que viajan siempre colmados hacia los suburbios, y entonaban cánticos victoriosos.
‘Círculo vicioso’
Pero la protesta generó violencia. Súbitamente, una mujer gritó en pánico: “¡Acaba de golpear a un tipo que no hizo nada!”. “Vi a un policía agarrar a un tipo que solo estaba llevando una pancarta, sin hacer nada más; vi como golpeaban a una mujer contra un torniquete”, el dispositivo para controlar el ingreso a los andenes, dijo a la AFP Natacha de Pina, una joven empleada bancaria.
Hubo en total seis heridos -dos policías y cuatro civiles, incluido un camarógrafo de la cadena de televisión brasileña Bandeirantes que se halla en estado “muy grave” tras ser alcanzado por un proyectil en la cabeza-. Las fotos y videos del camarógrafo con la cabeza envuelta en una llamarada recorrieron el planeta.
Para evacuar la estación, la Policía lanzó contra los manifestantes una granada que provocó una fuerte detonación, constató la AFP que también vio a policías dar bastonazos a diestra y siniestra.
Los métodos de la PM, heredados de la dictadura (1964-1985), son cotidianamente criticados en Brasil. “La Policía Militar no está preparada, espero que esté mejor entrenada antes del Mundial”, dice a la AFP Alba Zaluar, experta en violencia de la Universidad Estatal de Río de Janeiro (UERJ).
“Entramos en un círculo vicioso extremadamente perjudicial para el desarrollo de una cultura cívica y democrática, con la Policía y estos grupos de manifestantes que actúan violentamente”, señala José Augusto Rodrigues, del Laboratorio de la Violencia de la UERJ. “Esta expresión violenta está ahora arraigada en las manifestaciones, y la única cosa racional que se puede hacer es tener una Policía más entrenada para manejar este tipo de incidentes”, indica Rodrigues.
Bandas criminales
La violencia narco es otro problema que cada vez da más señales de estar convirtiéndose en una amenaza para esta ciudad. Así lo señala Alberto Armendáriz, corresponsal en Río del diario La Nación de Buenos Aires. Él recuerda la ola de ataques coordinados contra las comisarías de las favelas que encendió las luces de alarma y profundizó las dudas sobre la seguridad de Brasil.
A los ataques se suma una larga lista de desafíos y problemas en la recta final hacia la Copa. Entre ellos, las fallas en el suministro eléctrico que esta semana quedaron nuevamente en evidencia. Un gigantesco apagón dejó a oscuras a más de tres millones de personas en todo el país y afectó a seis estados que serán sedes del Mundial.
Para Río, la seguridad es la principal preocupación y las autoridades ya dieron la voz de alerta: en los últimos dos meses hubo 10 ataques a comisarías. El episodio más reciente ocurrió el domingo 2, cuando una Unidad de Policía Pacificadora (UPP) dentro de las favelas del Complexo do Alemão fue blanco de una embestida a tiros por parte de integrantes del Comando Vermelho, el grupo narco más poderoso de Río, que solía mandar en la zona. Una mujer policía murió.