El injusto sistema de salud de EE.UU. era, como dicen los estadounidenses, el elefante blanco que estuvo en el dormitorio por más de 40 años y nadie lo quería ver o no sabía qué hacer con él.
El ex presidente Bill Clinton, durante su primer período presidencial, fracasó en el intento de hacer algo con ese elefante llamado sistema de salud. El pasado domingo con la aprobación de la reforma de salud se puso fin a cuatro décadas de inacción.
No es la reforma ideal en términos de cobertura universal ni reducción de costos, pero es el comienzo de lo que la presidenta de la mayoría demócrata del Congreso, Nancy Pelosi, llama “empezar a hacer justicia a los estadounidenses”. Unos 32 millones de los 50 que no tienen seguro de salud serán cubiertos con la Ley.
Las encuestas hechas después de la firma de la reforma muestran que un 49% está en desacuerdo con esa Ley, pero ese mismo porcentaje reconoce que no sabe muy bien cuáles son los cambios.
Atrás quedan los días en que se acusaba de que la reforma, impulsada por el presidente Barack Obama, estaba llevando al país al socialismo y que creaba “paneles de la muerte”. El trabajo de ahora en adelante es explicar a la población por qué es buena y en qué consiste esta reforma que entrará en vigencia en el 2014.
“Me ilusiona que al fin se aprobó y saber que habrá subsidios para quienes no pueden pagarse un seguro médico. Pero el 2014 está lejano aún para mí, porque estoy a punto de cancelar mi seguro médico. Con esta crisis un promedio de 500 dólares mensuales solo para el seguro me pesan mucho”, dice María N. Por pedido de ella no se le pone el apellido porque es muy conocida como líder en la industria de la construcción y no quiere que se conozca su situación. “Me estoy preparando desde hace meses con miras a tomar esta decisión: estoy haciendo una dieta más saludable, voy al gimnasio y trato de no estresarme, hasta que vengan mejores tiempos”.
Ella considera que es un gran avance el que a partir del 2014 “no podamos andar en las calles sin seguro médico, aunque las grandes beneficiadas serán las compañías de seguro, pero lo bueno es que al mismo tiempo ya no te podrán negar la cobertura”.
Esa es la realidad de millones de estadounidenses que con la crisis económica perdieron el empleo y a la par el seguro médico. Con la nueva reforma eso no volverá a ocurrir: trabajador que pierde el empleo no puede ser “despedido” por el seguro de salud y a nadie se le puede negar el derecho a la atención por tener una enfermedad costosa.
Si se enferman y no tienen trabajo, como dice Mark Hannay, director de la Coalición Health Care for all New York, “la bancarrota es el siguiente paso, las deudas por salud son la primera causa de quiebra personal en Estados Unidos y era urgente resolverlo”.
En el 2007, según The American Journal of Medicine, las bancarrotas por imposibilidad de pagar los altos costos de una enfermedad rozaron el 62%. Los que se declaran insolventes no siempre son los más pobres. “La mayoría de deudores de salud es gente bien educada, dueños de casa y trabajadores con empleos de clase media. Una tercera parte de ellos tiene seguro”, apunta.
No obstante, si no se busca fórmulas para detener el aumento de los costos por la atención de salud no se terminará de sacar del todo al elefante de la habitación. Al día de hoy y aún con la reforma no existe coherencia ni un estándar en los precios por la atención a los pacientes.
Por ejemplo, una cirugía de sinusitis que no toma más de dos horas bajo el sistema federal de Medicaid no vale más de USD 2 500, en el sector privado ese mismo procedimiento sube a USD 25 000 o más.
El cáncer es una de las dolencias que empobrecen, aún así en los últimos 10 años el tratamiento de un tumor de seno subió de 4 000 a 21 000, el de la próstata se disparó de 6 000 a 49 000.
La nueva reforma que entrará en vigencia en el 2014, empero no logró un acuerdo en cuanto a reducir los costos por la atención de salud. Un seguro de salud público auspiciado por el Gobierno para que compita con los privados era la alternativa, pero esta propuesta fue una de las primeras que se descolaron en el debate.