Hace tres semanas que en Venezuela no se camina en las calles.
Si a un año de la muerte del lÃder ‘bolivariano’ ya ni la economÃa caminaba y la falta de alimentos y de papel higiénico era lo común, la tragedia cuenta ya 21 muertos.
Pero la solidaridad de cierta élite polÃtica continental acuña un concepto insólito: proteger con proclamas y acuerdos la imagen desgastada de un Presidente que se siente amenazado por un golpe de Estado fantasma,  algo imposible ya que su Âcúpula polÃtico-militar controla el poder total.
Los solidarios polÃticos, especialmente los de la Alba alimentada con combustible y consignas oriundas de Caracas, no se inmutan ante los 21 muertos que ya se cobra la violencia, la única que camina por las calles sin lÃmite alguno.
La sola idea de llamar a la Organización de Estados Americanos a debatir y pronunciarse sobre la crisis que de Venezuela y la brutal represión y la cárcel de un lÃder polÃtico de oposición, mereció que el iracundo Nicolás Maduro mandara literalmente ‘al carajo’ al Presidente de Panamá, rompiera relaciones con ese paÃs y se resistiera a que una misión de la OEA pisara suelo venezolano. La OEA, por sus contradicciones, quedó atada de manos.
En medio de la tensión social, las protestas estudiantiles y la represión brutal de la Guardia Nacional de Venezuela, la agresiva postura del Régimen con periodistas y medios televisivos que transmitÃan la revuelta popular , solo refleja el miedo a la libertad de prensa que tienen las tiranÃas.
Nadie sabe a qué hora Maduro gobierna. No para de hablar, da discursos, remeda con grandilocuencia al desaparecido lÃder, mitifica su imagen. Cuanto más agiganta el mito de Hugo Chávez más se empequeñece el sucesor.
Alan GarcÃa, el expresidente progresista peruano, dijo en NTN24 que el hambre y la falta de libertad convierten a ese Régimen en fascismo.
Los 21 muertos quedan ahÃ, no tienen gobiernos amigos.