Mi amiga Gabriela Aillaud, al enterarse que estoy en el Distrito Federal para dictar una serie de conferencias y lecturas de mi poesía en El Colegio de México, la XXXI Feria del Libro del Palacio de Minería y la Casa del Poeta Ramón López Velarde, me invita a la fiesta de cumpleaños del dueño de un astillero veracruzano.En el almuerzo, imagino la sonrisa burlona del Pablo Cuvi cuando le cuente la anécdota: “Pepito, apenas llegaste 45 años atrasado a la cita”, diría. Pues el señor que comparte codo a codo en mi mesa fue dueño nada menos que del sello de discos Musart. Su nombre: Jorge Acosta Segura. Por sus manos pasaron vidas y famas de personajes como Alberto Vásquez, Manolo Muñoz, Angélica María, César Costa. Fue mensajero de los amoríos entre Agustín Lara y Elsa Aguirre y testigo de los celos de la Doña: María Félix.
Con su compadre, José Alfredo Jiménez, una noche de copas, ya que los dos se estaban divorciando, sin imaginar el rumbo que tomaría la canción escribieron: “Si nos dejan”.
Esto es México. Desde la ventana de mi cuarto, en el Hotel Ritz, puedo mirar al Zócalo y en sentido contrario a la torre Latinoamericana. Dos íconos en mi mitología personal. Estoy en la calle Madero, una de las más bellas del Centro Histórico. A los organizadores de la Feria del Libro de Minería, no se les podía ocurrir mejor regalo para mi inminente cumpleaños que alojarme en esta zona de mágicas nostalgias y premoniciones. Mágico fue el cariño de la gente en todos mis eventos. Mágico, el hecho que chicos tan jovencitos se acercaran con sus celulares a sacarse fotos. Mágica la presencia de mis compatriotas, entre ellos, el embajador y escritor Galo Galarza y ser testigos de ese milagro.
Mágico el momento en que se me cumplió un sueño que siempre envidié a Gioconda Belli: que desde el público me pidieran un poema que les gustara, que haya calado en otros ámbitos. Ese poema fue y cerraba la feria del libro: Catarsis del poeta.