Una valiosa colección de ponchos tejidos sobre todo por mujeres aimaras y quechuas de Bolivia ha sido reunida y estudiada por un investigador que ha consagrado 40 años de su vida a conocer el arte de esos textiles y su valor para los indígenas.
El profesor boliviano Oscar Barriga resumió sus investigaciones de campo en el libro de reciente publicación ‘El Poncho en Bolivia’, fruto de una pasión de coleccionista que inició en 1966 dispuesto a salvar algo del patrimonio textil para que no sea saqueado.
Entre ese año y 2013, Barriga reunió alrededor de 250 piezas de diversas partes de su país haciendo esfuerzos con su modesto salario de maestro, aunque a fines del año pasado debido a problemas económicos las vendió al estatal Museo de Etnografía y Folclore.
En una entrevista con Efe, Barriga dijo que se trata de la más “rica colección de ponchos indígenas existentes en el país”, un tesoro para estudiar el arte de los indígenas en los textiles que no solo tienen valor estético, sino que retratan una mirada del cosmos.
Con la ayuda de tejedoras y de los indígenas más viejos de las comunidades, el autor explica en su libro la riqueza cromática de los ponchos, los secretos de las técnicas si tienen una o dos caras, sus símbolos, mensajes y los usos religiosos, civiles o militares.
El poncho está generalmente formado por una sola pieza o por dos paños unidos por medio de una costura central que deja una abertura para la cabeza, y que llega hasta medio cuerpo o media pierna.
Son usados sobre todo en el área rural de Bolivia por los hombres y denotan prestigio, una situación de autoridad o revelan un nivel socioeconómico, destacó Barriga, quien antes solía usar sus ponchos para asistir a los actos especiales causando sorpresa.
“No sé si es cuestión de imaginación, pero yo realmente me siento más gente, me siento mejor con un poncho encima que con un abrigo; en serio, me siento alguien”, manifestó el coleccionista.
Entre las mejores piezas que rescató en su afán está el “poncho balandrán” que contiene “figuras de aves y flores en estilo barroco criollo muy temprano”, confeccionado a finales del siglo XVII.
La complejidad de la mirada cósmica y la gran habilidad de las tejedoras son evidentes en la elegante pieza ‘Pankhochi’ que tiene 2 300 figuras, asociadas a la vida en el campo.
En Bolivia, según el autor, el poncho vivió “una época de oro” en el siglo XIX y a mediados del XX porque era usado en el campo y en la ciudad.