Apenas escuchó la entrevista en la televisión, Rodrigo Fierro fue a su escritorio y empezó a teclear en su máquina de escribir. Primero puso el titular “Febres Cordero en su sitio”.
Luego, las líneas polémicas. “A nadie se le ha visto más firme, más sereno y más resuelto a ponerle a León Febres Cordero (LFC) en su sitio que a León Roldós (…) Fue claro en situar a LFC como protagonista de ese contubernio entre la gestión política y la conducción económica del Estado al servicio de la oligarquía plutócrata que ha gobernado el país (…)”.
El artículo fue publicado en el Diario EL COMERCIO el 29 de mayo del 2003. Eso le costó una demanda presentada por el ex Mandatario. Se dictó una sentencia de prisión.
“No tuve miedo. Un articulista debe tener muy claro que tener un espacio es un privilegio. Lo que dije es cierto y hay pruebas que lo demuestran. No difamé”, asegura Fierro.
Actualmente, los límites de la opinión, las responsabilidades del articulista y la delgada línea que hay entre la opinión y la difamación, están en debate. Fierro insiste en que se debe escribir con responsabilidad y argumentos.
En octubre del 2004, la ex Corte Suprema revisó la sentencia y ordenó que cumpliera un mes de prisión, pero por su limpia hoja de vida, fue absuelto .
En su consultorio ubicado cerca de la Plaza Indoamérica, en el norte de Quito, Fierro, un reconocido endocrinólogo ambateño, dice que hizo una promesa cuando Febres Cordero falleció hace dos años. “He jurado no levantar banderas cuando esa persona está caída. Prefiero ya no hablar más del tema. Esta experiencia no bajó mis ánimos”.
Escribe para EL COMERCIO desde 1981. Su columna se publica los jueves. A más de temas políticos, opina sobre educación y salud. Para redactarla investiga el tema una semana. Mira los noticieros de televisión, lee varios periódicos y consulta en sus libros y en Internet. Sigue tecleando en su máquina de escribir Underwood.
Simón Pachano, columnista de El Universo desde 1997, archiva sus artículos en su computadora.
Opina que a más de la responsabilidad se debe tener un límite. “No se puede usar un espacio para calumniar. En mi caso procuro hacer más análisis que opinión. Se puede caer en subjetividades”.
Él es politólogo y docente de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). A diario escucha los noticieros desde las 05:00. También chequea los diarios y conversa con sus estudiantes. Los lunes publica sus análisis políticos.
Uno de sus artículos más comentados por sus lectores fue cuando, luego de las últimas elecciones, escribió que el triunfo del presidente Rafael Correa fue inobjetable y que la votación que obtuvo fue un fenómeno histórico. “Muchos me mandaron al diablo. Me dijeron que me pasé al otro lado, y no es así. Partí de un hecho concreto”.
Erick Samson, coordinador de la Carrera de Periodismo y Multimedios de la Universidad San Francisco de Quito, afirma que la autocensura no es aceptable.
“Lo que deben tener en cuenta los editorialistas es que si escriben algo es porque tienen pruebas. Tienen que saber que los medios llegan a miles de ciudadanos. No puedes escribir cualquier cosa”.
A su vez, Fernando Balseca, articulista de El Universo y docente de la Universidad Andina Simón Bolívar, comenta que es necesario que los medios muestren pluralidad en sus espacios editoriales.
En su bolso tiene una libreta de apuntes donde anota ideas para sus artículos que se difunden los viernes. Le fascinan los temas políticos y culturales. En el último titulado “¿Llegaron al fin los medios públicos?” reflexiona sobre el abuso de ciertos articulistas que cuentan sus experiencias.
“Cuán refrescante es tomarse una Inka Cola en Lima o compartirnos el secreto de sus fantasías erótico-sentimentales. Esto sin contar a aquellos con discapacidad para redactar un párrafo”.
Los tres coinciden en que no se deben desaprovechar los espacios. El respeto también es fundamental. Además de que la verdad tiene un montón de aristas.