Solo dijeron hasta luego. Quince, 20 o más años después ese hasta pronto para los inmigrantes sin documentos ha sido como un adiós para siempre. Para tan larga espera, al fin, se abre una posibilidad: republicanos y demócratas, con el auspicio del presidente Barack Obama, acaban de reconocer que es hora de delinear el itinerario de legalización de unos 11 millones de indocumentados en Estados Unidos.
Hernán, Fausto, Gaby, Carlos y decenas de miles de ecuatorianos -no existen cifras exactas- que no tienen documentos empiezan a acariciar el sueño de estudiar, conseguir un mejor empleo o volver a ver a sus padres. La oferta de una reforma se ha hecho esperar tanto, que ellos solo sienten una alegría reprimida, cuando escuchan que ahora sí la legalización va en serio.
Si bien fue Obama quien durante su última campaña volvió a ofrecer una reforma, promesa incumplida en sus primeros cuatro años, ahora son varios políticos republicanos que también quieren una corrección. ¿Será que de la noche a la mañana ellos piensan como el marqués de Harcourt quien creía que “mientras que más vivo entre extranjeros, amo más mi país”? Lamentablemente no es así. Lo que está obligando a este cambio de actitud es el resultado de las últimas elecciones presidenciales.
Dos elecciones perdidas a renglón seguido ponen a los republicanos sobre aviso. Por más que tratan de multiplicar los votos de los hombres blancos, el único segmento que más vota por ellos, el resultado no les favorece. El atlas electoral ha cambiado y el partido del elefante se encuentra en medio de una sequía por el escaso voto de los latinos, las mujeres, los jóvenes y los negros.
Según el censo del 2010, más de 24 millones de hispanos estaban habilitados para votar, de ellos unos 12 millones votaron en noviembre, el 75% apoyó a Obama. La oposición a rajatabla a una reforma, de los republicanos, resintió a los electores latinos.
A sabiendas de que el debate sobre inmigración tiende a levantar agitadas pasiones, Obama hace diez días recordó a los estadounidenses que inmigración no es un problema de “nosotros versus ellos”. También les refrescó la memoria con este juego de pronombres personales: “muchos de nosotros antes fuimos ellos. Y lo olvidamos”.
Hernán es un inmigrante que llegó del Azuay hace 23 años. Avanzó lo máximo que pudo gracias a un número de seguro social falso. Cuando le tocó ascender a profesor de inglés y matemáticas se descubrió que era indocumentado y lo despidieron; por eso pide que no se publique su nombre completo, pues el único trabajo que le queda es como entrenador de natación. “No me hago castillos en el aire, llevo soñando mucho tiempo con abrazar a mis padres. Aquí toda la tristeza queda para adentro, ilusionarse no hay cómo pese a que estoy listo para competir laboralmente al mismo nivel que los estadounidenses”.
Para los inmigrantes esta ha sido una odisea del teatro del absurdo. Así como los caracteres de “Esperando a Godot”, día tras día esperan inútilmente talvez a Dios; los inmigrantes año tras año en vano anhelan una reforma, mientras la nostalgia los cobija como una segunda piel y para colmo la tediosa dilación continuará.
Obama cree que los que están aquí deben ponerse al final de la cola, puesto que los primeros beneficiados serían los que ya tienen un trámite pendiente. En el 2007, cuando hubo el último intento de reforma, se calculó que la legalización tomaría unos ocho años, y es muy posible que ahora sea igual.
No existe aún el mapa al detalle que guiará el recorrido hacia la legalización. Lo que sí deben saber los indocumentados es que no será un camino plagado de rosas, porque hay fuerzas poderosas que harán presión para que el periplo sea largo y extenuante.
Estos días, los republicanos plantean que solo se legalice a los inmigrantes altamente profesionalizados y con conocimientos de tecnología. El viaje hacia la ciudadanía, según Clarisssa Martínez del Consejo Nacional de la Raza, no puede ser “muy riguroso al extremo de que muchos no logren llegar a la meta”.
Quien está con el optimismo al viento es el padre Fausto Peñafiel en Phoenix, Arizona. La ley antiinmigrante que se aprobó en ese estado en el 2010 diezmó de latinos a los negocios y hasta las iglesias. “La gente está contenta de que al fin los dos partidos están de acuerdo en resolver este drama humano. Se siente que ya hay una luz al final del túnel”. El padre Peñafiel tendrá mucho trabajo redactando cartas que certifiquen la estadía de sus feligreses. Probar que se vive en el país por muchos años será uno de los requisitos.
El costo económico y emocional de esta tragedia es incalculable. Los cuatro hijos de Carlos Córdova en Danbury, Connecticut, nacieron en Estados Unidos. Ya es tiempo de ir a la universidad, pero el dinero no alcanza y Córdova al ser indocumentado no puede conseguir créditos. Ha trabajado incansablemente y ha pagado al Seguro Social, pero cuando llegue el tiempo de jubilación para él no habrá una pensión por no tener papeles. Sus padres tienen más de 86 años, si la reforma inmigratoria llega a beneficiarlo lo primero que hará es viajar a Ecuador para poner fin a ese ‘hasta luego’ de 20 años.
Punto de vista
Gerardo Mejía. Abogado de inmigración
‘Los inmigrantes no deben dejar nada para el último momento’
“Aunque solo se ha hecho un esbozo en lo que consistiría la reforma, mi recomendación para los inmigrantes es que no dejen nada para el último. En cinco áreas deben comenzar a prepararse: Inmigración pedirá pruebas que demuestren que al menos están viviendo aquí por cinco años, por lo tanto empiecen a reunir recibos del pago de la luz, el arriendo, certificados médicos. Tengan las partidas de nacimiento originales y traducidas al inglés, si los hijos han nacido aquí también alisten esas pruebas. Es recomendable que empiecen a igualarse con el pago de impuestos y estar listos para pagar las multas del servicio de rentas, y tengan pruebas de la dirección donde viven.
Gaby Pacheco Activista del Acta de los Sueños ‘No nos pueden ignorar’ Ya era tiempo de comenzar un diálogo que no se puede ignorar más. Los jóvenes que buscamos el Acta de los Sueños para quedarnos aquí y estudiar, por mérito propio hemos puesto al debate en primera línea. Lo triste es que muchos de quienes lucharon tanto por el Acta ya cumplieron 30 años y se quedan al margen de cualquier beneficio. En el plano personal, mis padres están esperanzados de que algún día acabará el miedo de ser deportados.
Fausto Sicha Joven ecuatoriano ‘Tengo una maestría y cargo cemento’ “No veo posible una reforma solo por la voluntad política en Washington. Quisiera que salgamos con carteles que digan ‘Soy indocumentado y cuido a tres niños americanos’, ‘Soy indocumentado y tengo una maestría’, ‘Soy indocumentado y cuido de su jardín’, porque mucha gente piensa que vivimos del Gobierno. Yo soy un indocumentado que logró una maestría en Política Internacional en este país, hablo inglés y no puedo trabajar en mi campo. Por momentos pienso que sería mejor volver a Ecuador, pero me siento capacitado para competir aquí.