En México, en los últimos años, se ha desatado una verdadera euforia alrededor de la memoria del actor cómico Tin Tan. Sociólogos, antropólogos y hermeneutas de la cultura popular no solamente que han desempolvado su recuerdo sino que lo han declarado “el primer mexicano del siglo XXI”, como afirmara Carlos Monsiváis.
Grupos musicales, como Maldita Vecindad o Café Tacuba, han rescatado canciones y el estilo tan suyo de interpretarlas. Para las jóvenes generaciones podríamos indicar que Tin Tan puso la voz al oso Baloo en ‘El libro de la selva’. A nosotros, los ecuatorianos, nos queda el mérito de que un compatriota haya inventado a este fenómeno. Me refiero al ventrílocuo Paco Miller. En la década de los cuarenta, Miller y su muñeco Don Roque reinaban en el mundo artístico mexicano. Ilustrando esta verdad, tengo en mi poder una vieja revista que conseguí cuando vivía en la calle Donceles y en cuya portada está nuestro compatriota, dueño en ese entonces de la compañía más importante del teatro de variedades. Por esa compañía pasaron personajes como Cantinflas y Agustín Lara. En sus inicios, Germán Valdez tenía como nombre artístico Pachuco Topillo Tapas. Cuentan los historiadores que Paco Miller se lo cambió por el de Tin Tan. Además le formó dueto con su carnal Marcelo. “Don Paco, no sea malo —imploraba Germán Valdez—, con ese nombre tan feo, no llego a mañana”. Sin embargo, llegó. Desde su debut, el fenómeno Tin Tan no dejaría de sonar y brillar hasta nuestros días.
Paco Miller cuenta que fue en Lima, en sus tiempos de hambre y pobreza, cuando un locutor de radio abrió el monólogo de un cómico chileno amigo suyo, haciendo sonar un vaso vacío y otro lleno: tin tan. Desde entonces, ese cómico tomó como característica suya empezar los chistes con el sonido de los vasos: tin tan. Miller no podía imaginar que ese recuerdo y homenaje a su amigo de pobreza iba a seguir resonando en el oído de México: Tin Tan.