Una niña se le acerca ingenuamente, al Papa, a Benedicto XVI, al dulce Cristo en la tierra. Le pregunta si puede ser quien celebre su Primera Comunión. El Santo Padre, como quien no tiene mucho que hacer accede a esta petición. Cuentan que al llegar el momento de la homilía, del sermón, este gran intelectual, filósofo de gran reconocimiento comenzó a hablarle solo a la niña. Le hablaba como un amigo, poniéndose a la altura de esa pequeña, para hacer eficaces sus palabras; palabras sencillas, propias de la humildad de un hombre que, enamorado de Jesucristo, quería acercar a Él a todas las almas. Dejó anonadada a aquella niña, y al resto de adultos que la acompañaban. Este es el hombre que el mundo no llegó a conocer. Este es Benedicto XVI. Tengo 18 años y apoyo plenamente al Santo Padre, a pesar de toda la porquería que el mundo quiere tirarle encima, porque hace falta ser verdaderamente humilde para hacer lo que él hizo. Era consciente de todos los comentarios que surgirían a partir de su decisión, pero, ¿por qué otra razón habría de decidir algo así, si no iba a ser por el bien de la Iglesia ?