Al no poner mano dura para castigar a la BP por el desastre ecológico en el Golfo de México, el rey Oh! Bama se cayó en las encuestas y empezó a ahogarse en el mar de la impopularidad.
Inmediatamente decidió asumir el timón de la frágil nave y se puso a navegar las difíciles aguas del océano de críticas.
Oh! Bama fue más brillante que el sol de Florida: caminó por las soleadas playas, sonriendo como un molusco inocente, como un camarón fresco, como un langostino descontaminado.
Así mostró que las noticias sobre el Golfo son exageradas y que la pobre BP y él mismo no son tan desastrosos como dicen los ecologistas.
Por eso las almitas de los peces le cantan: “Oh! Bama, ¡qué pacíficas son tus aguas!”.