Llevan más de 14 días sin ponerse un pedazo de pan en la boca. Solo agua. Son 10 jóvenes apoyados por sus compañeros, por sus padres y por un sueño. Decidieron ir a la huelga de hambre como el último recurso para que se les reconozca el derecho a vivir, estudiar y trabajar en Estados Unidos.
Frente al edificio donde están las oficinas del senador Charles Schumer, estos jóvenes a veces están recostados, otras parados. Unos reparten volantes, otros lanzan el incesante pedido “Apoye el Acta de los Sueños”.
Otros trabajan con la computadora y Sonia Guinansaca al celular debate sobre su realidad: la de hija de inmigrantes ecuatorianos que llegó a EE.UU. cuando era una niña. Se hizo señorita y quiere que también la dejen soñar.
Son dos millones de jóvenes estudiantes e indocumentados que están en este limbo político. “Fui la séptima mejor graduada entre 400 estudiantes en mi colegio y lograr un título universitario se me ha vuelto inalcanzable”, dice Claudia O’ Brien.Cuando se oculta el sol, sus padres y sus compañeros llegan a darles aliento y a sumarse a las espontáneas vigilias que a veces suman a decenas de personas que se arremolinan alrededor de estos chicos. Después solo el ruido de la noche neoyorquina y luego el sueño, hasta el siguiente día.
Están algo pálidos pero activos. “30 días podemos resistir sin sentir los síntomas. Ese es el promedio de un cuerpo humano”, cuenta Sonia. “Pero esto es una emergencia y no podemos esperar más. Represento a 65 000 jóvenes que se gradúan cada año y que tienen un sueño. Este es mi país”. Los que reclaman que los inmigrantes no aprenden inglés, si hablaran con Guinansaca se darían cuenta que no se siente segura hablando español, que se expresa con dificultad y con acento.
Su idioma es el inglés, desde que llegó muy niña no ha vuelto a Ecuador. Este es su país y es en Hunter College donde estudia género y ciencias políticas.
La ley 1070 que se aprobó en Arizona y que convierte en criminales a los inmigrantes por el solo hecho de no tener documentos, trizó los resortes de la paciencia de estos jóvenes, quienes aseguran que han crecido esperando y con miedo a la deportación.
“Ya llegará el día. De año en año mis padres me decían lo mismo. Ya soy adulto y ese día no ha llegado”, dice Kevin Kong, un joven de origen asiático y miembro del Consejo de Liderazgo Juvenil del Estado de Nueva York. “El acta de los sueños es un derecho civil y es un derecho universal”.
Porque no tienen documentos no pueden ingresar a la universidad. No se merecen créditos educativos ni becas y si en el caso de lograr obtener un título universitario no podrán trabajar “porque no tenemos la mágica tarjeta del Seguro Social”, dice O’ Brien.
Schumer es uno de los senadores que lleva adelante una reforma inmigratoria; de allí que los jóvenes utilicen el ayuno como presión. “No nos ha dado audiencia aún. Solo uno de sus asesores bajó a decirnos que tendríamos una reunión. Nosotros no comemos promesas”, dice Jaky Cinto, una de las jóvenes en ayuno.
Los jóvenes sin dejar al margen el tema global que es inmigración, están siendo realistas. Saben que este año será casi imposible sacar adelante una reforma para 12 millones de indocumentados. “Ante ese escenario, el Acta de los Sueños es lo más alcanzable”, dice Jennifer Cariño.
A estos jóvenes les molesta que los hayan incluido en el juego político y que como dice Guinansaca “es incomprensible que hayan gastado tanto en mi educación para luego decirme: si no tienes seguro social no eres nadie”.
En medio del frenesí neoyorquino, estos jóvenes siguen incansables con su grito: “¡Levántese por el Acta de los sueños!”.