Alexandra Castañeda se paró de frente a una vaquilla en la plaza armada en el caserío San Pablo, de la parroquia Santa Rosa del cantón Ambato. La mujer, de 32 años, arengaba al semoviente para que atravesara por el capote. ‘Aja vaca’, ‘ven vaca’, ‘aja vaca’, insistía la mujer torera.
Castañeda, con la ayuda de otras 12 chicas, lograron sacarle unos cuantos muletazos al ejemplar. El animal intentó salir del encierro de una las esquinas del tablado. Pero el trabajo de las chicas fue infructuoso. El intenso sol bajó los ánimos de las mujeres para seguir toreando.
Las jóvenes participaron, por el premio a la mejor torera de la tarde y un reconocimiento económico, en el séptimo concurso taurino organizado por los priostes del caserío San Pablo, el martes 21 de julio del 2015. Alrededor de 4 500 personas aplaudían y alentaban el valor de las damas.
‘Olé toro’, coreaban los aficionados en cada lance que realizaban las toreras. Los aplausos recorrieron la improvisada plaza, construida en el centro de la comunidad. “Me gusta torear en las corridas populares que se efectúan en los diferentes sectores de Tungurahua. Allí puedo mostrar mi valentía y respeto por el animal”, comentó Castañeda.
Las ganadoras del concurso debían mostrar su habilidad con el capote. Exhibir firmeza, convicción, decisión y frescura al momento de pararse en el ruedo y frente al toro.
Las amigas Carolina Ortiz y Johana Moposita ingresaron por primera vez a torear. Los consejos de sus hermanos sirvieron en parte para disminuir sus nervios. “Tienes que hacerte a un lado cuando venga la vaca”, “Extiende los brazos y empuña con fuerza el capote”, les insistían a las chicas.
Ortiz, de 18 años, siempre acude a las festividades populares. “Nosotras también somos capaces de pararnos al frente de una vaquilla. Esta festividad es renombrada y mostrarse aquí es un orgullo para todas las chicas”.
Los organizadores permitieron que dos hombres puedan ayudar a las mujeres en la plaza. Jéssica Lema, de 24 años, estuvo acompañada de su padre y hermano. La observaron a una distancia prudencial para ayudarle si lo requería. Mientras, los hermanos de Patricia Imbay lograron rescatarla por cinco ocasiones que arremetió con fuerza el cuadrúpedo.
Los gritos de los asistentes se confundían entre los ritmos populares que entonaba la orquesta allí istalada. Imbay logró salir ‘rengueando’ hacia los burladeros donde recibió atención de sus familiares. Minutos después nuevamente salió al ruedo a seguir con los lances.
La fiesta finalizó con un sonoro aplauso de los asistentes y abrazos de los amigos y familiares de las toreras. “Me voy feliz porque logré torear a una vaquilla. Esta experiencia jamás la olvidaré y si mi Dios y San Pablo me dan vida vendré el próximo año”, dijo Marilyn Chaluis.