Carmita Vele (der.) preside la Asociación Agricultura Sana de Tañiloma que elabora horchata desde hace más de un año. Otras agrupaciones producen champú y velas aromáticas. Xavier Caivinagua/EL COMERCIO
La parroquia cuencana de Tarqui posee tierras productivas, que son aprovechadas por 260 campesinas e indígenas de 13 asociaciones que apostaron por emprendimientos para mejorar sus ingresos.
Parcoloma es un pequeño pueblo, donde, hace cuatro años, 18 familias se organizaron. Según la presidenta de la comunidad, Cecilia Tepán, la Junta Parroquial y la Prefectura de Azuay impulsaron proyectos para mejorar la alimentación e ingresos de las familias.
Además, para fortalecer el trabajo de las mujeres y difundir las potencialidades productivas y turísticas de la zona.
Ambas entidades crearon las unidades productivas familiares. Con ello, en principio, 27 mujeres de Parcoloma, Tañiloma y Gullanzhapa se beneficiaron de las asistencias técnicas y capacitaciones en el manejo y mejoramiento de las huertas y crianza de cuyes, pollos y cerdos. Luego se sumaron para emprendedoras.
Parcoloma está asentado en una especie de valle y el paisaje es atractivo. En las pendientes de las pequeñas lomas y en las inmediaciones de las viviendas se observan los sembradíos de hortalizas, granos y hierbas medicinales.
Rosa Lojano tiene media hectárea de cultivo de hortalizas. Ella vende de forma directa o aporta con esos productos a su asociación denominada Sembrando para el Futuro. La organización elabora champú, jabones, ambientales y pickles (encurtidos).
Ella y Martha Tenamasa, antes de unirse al grupo, se dedicaban a los quehaceres domésticos. “No tenían ingresos propios y estamos mejor”, dice Lojano. Todas se reúnen los domingos a producir los pedidos.
El champú elaborado con ortiga, romero, nogal, sábila, entre otras plantas, es el producto principal de esa agrupación. En cambio, Libertad y Progreso elabora vinos de uvilla y mora y el grupo Agricultura Sana, hierbas medicinales.
Según el presidente de la Junta Parroquial, Bolívar Saquipay, estas unidades productivas son parte de la obra social dirigida a las mujeres, que son mayoría entre los 10 500 habitantes de esa jurisdicción, debido a la migración de los hombres.
La inversión anual en el proyecto alcanza los USD 70 000, que sirven para capacitaciones, promoción y participación en ferias. Según Saquipay, la estrategia es que los tarqueños consuman los productos de las asociaciones.
De esta forma, las mujeres no salen a Cuenca a vender sus productos en los grandes mercados, que están saturados de mercadería, dice Saquipay. Como asociaciones tienen un día de ventas en ferias abiertas en sus comunidades, en la cabecera parroquial y en Cuenca.
Carmita Vele preside la Asociación Agricultura Sana de Tañiloma. Las 22 socias tienen huertas de plantas aromáticas y medicinales y se dedican a la producción de horchata. Cada semana producen 100 fundas, de 35 gramos, que se comercializan en las ferias.
A través de familiares y amigos enviaron fundas a Estados Unidos. “Con este proyecto demostramos que es posible el desarrollo económico de los pueblos indígenas a través del emprendimiento”, dice Vele.
En cambio, sus compañeras Albertina Vele, Lucía y Lucrecia Chacha están contentas porque con estas actividades están generando producción, sin abandonar su cultura, costumbres e idiosincrasia. “Cuando compran nuestro producto nos sentimos valoradas”, señala Carmita Vele.
Si bien cada asociación vende en las ferias lo que produce, las socias también son consumidoras. “Para nosotros tienen un mayor valor, porque sabemos que las hortalizas son cultivadas de forma sana y no tienen químicos”, señala la cuencana Cecilia Tepán.
La mayoría de socias de las 13 asociaciones también tiene pequeños criaderos de cuyes y venden de forma individual en pie o preparado. Las ganancias reinvierten en la adquisición de accesorios o equipos para las agrupaciones.