La familia de Carla Michelle Arauz pide justicia y la pena máxima para el conductor que atropelló a su hija. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
El día que la enterraron le prometieron que no estarían tristes. Pero cumplir esa palabra ha sido imposible. Cada rincón de la casa les recuerda a Carla Michelle Arauz. Este martes 31 de mayo del 2016, se cumplen cinco meses del accidente de tránsito en el que murió. Tenía apenas 19 años y le gustaba la política “como una forma para mejorar la vida de la gente”.
El supuesto responsable es joven, solo un año mayor a ella, conducía con 3.3 grados de alcohol en la sangre. El 31 de diciembre del 2015, el último día del año, la impactó con su vehículo cuando caminaba por una vereda, junto con tres amigos.
Ese día Carla había pedido la bendición a sus padres antes de salir de su casa, en Conocoto, para bajar a otro barrio cercano a encontrarse con una amiga y darse el abrazo de Año Nuevo.
Toda su familia organizaba en la casa la cena de medianoche, pero ese día no hubo fiesta. Carla murió a las 18:00 camino al hospital, en el interior de una ambulancia, ante la mirada impotente de su madre, Isabel Encalada.
Su muerte ha sido lo más doloroso para sus padres, sus dos hermanos y para su tío. “Esto no es vida. Intentamos vivir con el dolor, pero es muy duro”, comenta el padre, Manuel Arauz. La única esperanza para volver a dormir en paz sería que el responsable reciba la pena máxima, dice. Él ahora permanece detenido.
Los testigos del accidente fueron quienes ayudaron a atraparlo cuando intentó huir de la escena. Ellos fueron también quienes contaron cómo pasó: a las 15:50, había mucha gente en la calle disfrutando de los disfraces y las ocurrencias de un grupo de viudas que paraban el tránsito para pedir dinero.
Carla estaba allí. Se distrajo mirándolas al igual que sus amigos. Sin ningún aviso, el auto involucrado apareció en la vía, hizo un giro busco y se subió hasta la vereda e impactó contra Carla, sus amigos y la pared de una casa, que quedó destruida.
Dos amigos de Carla presentaron fracturas en las piernas y en la pelvis, uno fue atendido por una quemadura, pues el automóvil se incendió tras el choque.
“Nos llamaron por teléfono y nos dieron la noticia que Carlita había sufrido un accidente. Desde ese momento no hemos podido estar alegres”, dice el padre, quien hace un esfuerzo por no echarse a llorar.
La sentencia es el único consuelo que les queda. “Aunque este hombre reciba la pena máxima, que serían unos 12 años, va a salir libre a los 32 o antes y posiblemente va a volver a conducir. En cambio, nosotros no volveremos a ver a nuestra hija”, asegura la madre.
El caso ya pasó a etapa de juzgamiento y solo esperan que el juez fije una fecha para la última audiencia y allí se dicte la sentencia.
En estos cinco meses, la familia de la joven no ha podido aún guardar sus cosas. Su cuarto está tal como lo dejó ese 31 de diciembre; permanece cerrado, pero a veces sus padres o hermanos ingresan para hablar con ella y decirle lo mucho que le extrañan, lo difícil que es vivir sin ella.