¡Qué tristeza ver a jóvenes de entre 16 y 18 años caminar borrachos por las calles de Quito! ¡Qué verguenza presenciar el espectáculo ofrecido por algunos menores de edad “devolviendo atenciones” por el exceso de licor ingerido con el pretexto de festejar a la capital! Con el respeto a los chicos que se divierten sin alcohol (que por el momento son minoría), la Constitución de Montecristi y sus novelerías me dan la razón de que un gran porcentaje de sus disposiciones son tonterías con repercusiones negativas para la Patria.
Según la Carta Magna, las personas comprendidas entre los 16 y 18 años de edad tienen voto facultativo en toda elección. Con su voto deciden el futuro de la nación. Los menores de 18 años al introducir su voto en las urnas, su consentimiento y discernimiento son íntegros. Su voto tiene el mismo valor del ciudadano con título, o con más edad, o con experiencia en el análisis de las propuestas.
Si los menores de 18 años cometen un delito no se les puede imputar con el mismo. En materia penal no cuentan con discernimiento y, por tal motivo, no pueden ser juzgados por los jueces penales, sino por los de menores. Las sanciones son diversas a las que se imponen a los mayores por igual infracción. Para votar, no importa la edad; para delinquir, sí. Por otro lado, si un menor desea casarse, puede hacerlo previa autorización de sus progenitores. Los mayores de 16 años y menores de 18, deciden el destino del país, mas no respecto de su propio cuerpo. El estupro es un delito que consiste en “la cópula con una mujer honesta, empleando la seducción o engaño para alcanzar su consentimiento”. Cuando se lo realiza en una mujer cuya edad oscila entre 16 y 18 años, se reprime con prisión de 3 meses a 3 años. Si quien comete estupro es un varón comprendido en esa edad, no se le puede imputar, por más que la dama sea de la misma edad del caballero (quien no podría se catalogado de caballero).
De acuerdo con la normativa de Montecristi, muchos de esos menores que se emborrachan, o que vomitan en cualquier esquina, o que convierten las llantas en baños públicos. Que requieren autorización para decidir sobre su matrimonio, o que no pueden ser imputados con un delito, por atroz que sea, pueden votar y decidir quién gobernará Ecuador. ¿Es esto correcto? La norma constitucional agrava los errores que muchos padres cometen en la educación de sus hijos. La arraigada ‘cultura’ del alcohol, no coadyuva a tener un pueblo sano de mente y de espíritu. Aniquila las neuronas, beneficiando a una clase política inescrupulosa, que da voto facultativo a jóvenes de 16 años que en la mayoría de los casos, están preocupados de cosas mundanas, no del futuro del país.