El pabellón de educación básica de la Unidad Educativa San José, en Manta, colapsó en el terremoto del 16 de abril. Foto: Julio Estrella /EL COMERCIO
Las cucharas metálicas de cuatro excavadoras derrocan lo que quedó de los tres pisos del pabellón sur de la Unidad Educativa San José, en el límite de la Zona Cero de Manta, el barrio Tarqui devastado por el terremoto del 16 de abril.
Peter, de 14 años, observa cómo se desmoronan las últimas aulas de básica y la capilla, y nostalgia con la mirada en esa derruida estructura. “Una vez jugando con mis amigos le di una patada en la cara a un compañero, bajé saltando las gradas de cuatro en cuatro por los tres pisos hasta la cancha de básquet”, relata y apunta con la mano a ese canchón, un depósito de escombros, antes de regresar a la actividad a la que se comprometió con la comunidad salesiana: acarrear botellones de agua desde el patio interior del bachillerato hasta la puerta de la calle 108, en el pabellón norte del San José que quedó en pie, donde 200 habitantes de Tarqui, afectados por el terremoto, forman hileras y agradecen con las manos juntas por los donativos de la comunidad salesiana.
Aunque perdieron parte de su infraestructura, los salesianos entregan donaciones en la puerta norte de la Unidad Educativa San José, en Manta. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
“No estamos en actividades educativas, pero seguimos colaborando”, dice el joven seleccionado de basquetbol, nieto del conserje del centro educativo, que el día del sismo estaba en casa.
En el San José estudiaban 1 750 estudiantes y el 2 de mayo del 2016 fue uno de los centros de Manabí que no se sumó al inicio de clases en la región Costa. El centro de estudios tampoco ha implementado las llamadas actividades psicoeducativas, porque 32 (toda la estructura de básica) de las 52 aulas del fueron derrocadas y el proceso de matriculación se suspendió con el terremoto. “En máximo dos semanas podemos arrancar con la primera fase que es la psicoemocional para nuestros destinatarios, que necesitan atención porque están con susto”, reseña Luis Chávez, rector del San José.
Las medidas psicoeducativas fueron dispuestas por el Ministerio de Educación en las zonas devastadas por el sismo, para brindar asistencia psicológica a los estudiantes. Se extenderán hasta fines de junio; el año escolar en esas zonas arrancará el 4 de julio.
El rectorado, la colecturía y el área de pastoral funcionan ahora, de forma improvisada, en el Salón Don Bosco. Igual que en el San José, las autoridades del Colegio Nacional 4 de Noviembre, en el sur de Manta, también mudaron las oficinas administrativas hasta el aula prefabricada que es la Sala de Profesores del centro.
El 4 de Noviembre no tiene daños severos en su estructura, solo una parte de su cerramiento de ladrillos se cayó, pero hay aulas y oficinas que requieren intervención para el inicio de clases. “Me encantaría que mi colegio fuese un milenio”, enfatiza Lucía Zambrano Vega, oriunda de San Isidro y rectora del 4 de Noviembre, quien hasta hace un año fue rectora de la Unidad Educativa del Milenio en Pedernales, la estructura que colapsó en el terremoto.
El lunes 2 de mayo, ella dirigió el inicio del programa psicoeducativo en el 4 de Noviembre, un centro con 1 881 estudiantes. 56 personas, entre padres de familia y alumnos, participaron en ese primer día de actividades; el martes 3 llegaron 25 chicos, para la minga que debía efectuarse el 27 de abril y se postergó por el terremoto. “Pienso que la próxima semana se irá normalizando, porque es comprensible que hay miedo después del terremoto”, sostiene Zambrano, antes de quebrarse, con la mirada en Pedernales: “Yo concursé para venir aquí a Manta por un problema de salud de mi esposo que necesitaba diálisis; amaba a mi milenio en Pedernales, compañeros murieron”.
Antes de las 12:00, un grupo de hombres y mujeres se reúne en el patio del 4 de Noviembre. Son profesores del Colegio Nacional 5 Junio, que recibieron la disposición de trasladarse hasta ese plantel para efectuar las tareas psicoeducativas, en horario vespertino, de 12:30 a 16:30.
Los profesores del Colegio Nacional 5 Junio acuden al Colegio 4 de Noviembre para efectuar las tareas psicoeducativas, en horario vespertino. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
El rector del 5 de Junio, Freddy Macías Cantos, reseña que su institución cuenta con 2 700 estudiantes y que ha solicitado a Educación que se instalen aulas móviles para el inicio de clases en su plantel, en la Avenida de la Cultura, a 10 cuadras de la Zona Cero, Tarqui. En el patio del 5 de Junio, una cinta roja impide acercarse a dos pabellones (tres pisos con 24 aulas) que deberán ser derrocados.
El 4 de Noviembre no es el único establecimiento ‘acogiente’ de colegios filiales. Las aulas de la Unidad Educativa Fiscal Bahía, en la parroquia Los Esteros, norte de Manta, también recibe a los alumnos de la Escuela Félix Alvarado Vela. El martes 3 de mayo, en el Colegio Bahía sí hubo actividades psicoeducativas, acudieron 8 de sus 1 200 matriculados. A las 10:30, 21 profesores evaluaban la jornada a la sombra de árboles de acacias.
“Los niños de quinto, sexto y séptimo de básica empezarán las actividades psicoeducativas el viernes 6 de mayo. Desde el lunes 8 lo harán los de primero hasta cuarto de básica”, explica Gissela Saltos Jara, directora encargada de la Escuela Félix Alvarado Vela, que tiene 400 niños de 5 a 11 años. La mujer dirige un mensaje a los padres: “A pesar de que no es obligatorio, pedimos que manden a los niños a la escuela (en el Colegio Bahía, de 10:30 a 13:00) por las afectaciones psicológicas que han vivido los estudiantes, muchos han perdido sus casas, han perdido familiares”.
Como parte de las actividades de autoestima, Saltos programa juegos y ya consiguió juguetes para los niños, porque en el colegio Bahía no cuenta con columpios de canasta ni con escaleras de cuerdas en mallas ni con resbaladeras, como el parque infantil techado de su escuela, ahora abandonado junto al patio de cemento donde vuelan palomas.
La Escuela República de Chile, con 200 niños de 5 a 14 años, en tanto, es ‘acogiente’ del Centro de Salud San José, que colapsó, y de las escuelas Gil Delgado Pinto y Ramón Virgilio Azúa, esta última ubicada en Tarqui, frente al San José Don Bosco.
“El 90% del pabellón de educación básica ya está demolido”, dice Luis Chávez, rector del San José, quien está pendiente de la demolición del colegio y hace una infidencia. “Hay padres que están retirando carpetas, quieren irse a otro lado, a vivir a otro lado. Otros también quieren ingresar al plantel; estamos en el proceso de matrícula, tenemos alrededor de 500 estudiantes matriculados”. ¿Hay 500 confirmados de 1 750 chicos? “Sí, matriculados”. ¿Y cuántos se han retirado? “De acuerdo con los datos de Secretaría, son 70 estudiantes retirados”.