Por hoy, el dolor de la tragedia de Haití cubre de luto el mapa de América. Una de las peores catástrofes causadas por movimientos telúricos en el planeta nos llena de tristeza y nos pone de cara a la realidad: la destrucción cunde entre los pueblos más pobres y atrasados de la tierra y nos alerta sobre la fragilidad de la vida, especialmente en zonas donde los movimientos sísmicos son cíclicos y altamente destructivos.
Los miles de muertos y los cálculos conservadores que estiman en más de una década para reconstruir materialmente Haití no ocultan una realidad antigua y lacerante: el sida, el deplorable estado de la salud pública, la violencia, la pobreza más dramática, el analfabetismo y la crónica crisis institucional signada por la corrupción y el atraso remarcan la paradoja. Fue Haití donde surgieron las primeras proclamas libertarias. Es Haití con un puñado de países pobres y atrasados del continente donde se escribieron más constituciones.
Conmovedores los testimonios de los socorristas ecuatorianos que viajaron al país antillano. Merecen admiración y respeto. Importantes los contingentes internacionales y de soldados norteamericanos que llegaron para atenuar el caos. Aunque la voz estentórea de un ya gastado caudillejo sudamericano haya querido ver una intromisión en la soberanía. Cierto es que anteriores incursiones merecieron rechazo y alerta internacional, pero en este caso el apoyo solidario no debe ser visto con mezquindad.
En este dolorido mapa de América otra herida sangra en Venezuela. Tras varios años de discursos y tarimas, el populismo del pseudo-socialismo del siglo XXI deja ver fisuras. Las cadenas sabatinas, el cierre de importantes supermercados de capital internacional, las medidas desesperadas de devaluación de la moneda y el nuevo golpe asestado contra la libertad de expresión en el cierre temporal de canales que transmitían por cable, y las protestas con saldo de muertos en la calle, más allá de las renuncias de altos cargos, desnudan las grietas que experimentan años de control del poder y la ausencia de una sana alternabilidad. Las reelecciones sucesivas pasan facturas inevitables.
En el país austral un relevo en el mando político muestra las virtudes de una democracia madura que supera los traumas del pasado y su cuota de sangre y dictadura. El triunfo del derechista Sebastián Piñera deja lecciones y despierta expectativas. Primero que la socialista Michel Bachelet deja el poder rodeada de prestigio y el cariño de su pueblo, segundo que tanto ella como el candidato de la concertación, el ex presidente democratacristiano Eduardo Frei, aceptaron pronto la derrota y felicitó al Presidente electo que pidió una oposición firme y democrática: lección que, tras 20 años de Gobierno de la concertación, deja el camino despejado para la alternabilidad.