Los militares llegaron al Campamento Los Esteros 1 a las 19:00 de ayer, 23 de mayo, donde actualmente están 389 personas. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Tras cumplirse 15 días de actividades de control en el interior de los albergues, ahora denominados campamentos que acogen a los damnificados por el terremoto del 16 de abril del 2016, un nuevo equipo de oficiales, personal de tropa, voluntarios y aerotécnicos de las Fuerzas Armadas llegó la noche de este lunes 23 de mayo del 2016 a Manta, norte de Manabí. Ellos reemplazarán a sus compañeros que han ayudado a poner orden en estos espacios temporales.
Transportados en dos buses, arribaron 158 uniformados a recibir las primeras indicaciones de lo que tendrán que vigiliar durante los próximos 15 días. Llegaron a las 19:00, justo a la hora de la comida, en el Campamento Los Esteros 1, donde actualmente están 389 personas que se quedaron sin techo tras el sismo de abril en Manta.
“Hay una hora y media para que coman todos los bloques y se deje limpio el servicio de cocina y comedor. Terminan, y tienen que dejar los platos en la parte de atrás del lavadero”, les indicaba a los recién llegados el mayor Víctor Fabara, administrador de este campamento. Mientras los albergados se acercaban de a poco a retirar sus platos de arroz con pollo y maduro, el personal militar escuchaba en silencio y con atención formado en columnas.
Las labores que tendrán que cumplir algunos de ellos, explicaba el teniente coronel Fernando Flores, se distribuirán por cada bloque según el campamento. En el caso de Los Esteros, antes conocido como albergue de Toahllí, se repartirán en los tres bloques en los que se dividieron las 118 carpas ocupadas que hay en el sitio. Luego de cumplir 15 días, tendrán seis de descanso.
Al momento que los militares llegaron al Campamento Los Esteros 1, las personas se servían sus alimentos. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
“Nuestra tarea es la administración del albergue que contempla básicamente cuatro puntos principales: el primero es mantener el registro actualizado, que se hace en conjunto con el MIES (Ministerio de Inclusión Económica y Social)”,, detalló Galo Lastra, director de la Escuela de Misiones de Paz.
Adicional a esa tarea, también se encargan de la seguridad integral, que implican planes de evacuación, contingencia y seguridad de las personas albergadas. Además brindan apoyo logístico y asesoría para reparar infraestructura. Todas estas funciones se cumplen con la ayuda de representantes de otras entidades del Estado.
Pero, según confiesa Lastra, aunque se preparan para todas estas situaciones, al vivirlas siempre se encuentran con cosas difíciles de enfrentar. “Tratamos de sentir lo que las personas sienten. La gente ve al militar como un protector, donde van a tener la mano abierta y extendida para que le ayuden”.
Por eso es común ver a los niños, jóvenes y otras personas acercarse a hablar con los militares que custodian las carpas. Algunos les piden que los acompañen a jugar o solo se van a quejar de alguna situación con alguna vecina de otra carpa contigua. “No saben a dónde correr y buscan la protección de uno y tenemos la obligación de tranquilizarles y decirles que todo va a estar bien”.