Redacción Construir
El bullicio de la feria contigua es intenso y se cuela por las amplias ventanas de madera del mercado de muebles de San Roque, único de su género en Quito. Desde hace 29 años, en una vieja casona, ubicada entre las avenidas 24 de Mayo y Mariscal Sucre, funciona este mercado que tiene más de medio siglo de historia.
Para todos los gustos
Si la inseguridad es un obstáculo, el cliente puede ir con un grupo de amigos o familiares. El interior del mercado es seguro.
Los artesanos fueron capacitados en atención al cliente. Los vendedores ayudan a conseguir camionetas para sacar los muebles hasta sus destinos.
Los muebles son elaborados en los talleres de los propios artesanos. Se ubican en Quito. La feria nació en 1947 en las empedradas plazas del Quito viejo: San Francisco, Santo Domingo, y después en la avenida 24 de Mayo, entre la Venezuela y Morales, a pocos pasos del Puente de los Gallinazos que aún era frecuentado por propios y extraños. En aquellos tiempos, Quito era aún recoleta. Y una cómoda de laurel costaba 50 sucres y un baúl con cerradura 20 ayoras.
Sentado sobre una pequeña silla, hecha por él mismo, Segundo Dalgo todavía recuerda esa época. “Los alcaldes Carlos Andrade Marín y Jacinto Jijón nos permitían usar las plazas únicamente los martes y sábados. Los compradores llegaban, en los pocos buses de la cooperativa Quito, desde La Magdalena, Chimbacalle y la Villa Flora”.
El maestro Segundo, como le conocen sus vecinos y clientes, junto con Carlos Moya -otro fundador del Sindicato de Carpinteros- también se preocupó por la capacitación a sus compañeros. Por eso intervino activamente para fundar la Federación y Junta de Defensa del Artesano.
Al principio solamente se vendían muebles pintados. Luego vinieron los charolados y ahora ya están los lacados. Se hacían repisas, sillas y mesas pequeñas. Después se empezaron a elaborar armarios y en la actualidad la oferta es completa.
“Hay de todo como en botica. La variedad y la posibilidad de regateo son las fortalezas del mercado”, dice Jaime Peralvo, un manabita que buscaba una cama económica porque está estudiando medicina y vive en un cuartito pequeño ubicado en el Centro Histórico de Quito.
La imagen de San José, ubicada en la entrada del mercado, es la señal más clara de que allí priman los carpinteros. Y es que la mayoría, por no decir todos, de los 96 socios que integran la Asociación Santo Domingo de Artesanos Carpinteros y Vendedores son los mismos fabricantes de los muebles que comercializan.
Por este mercado han pasado políticos y estudiantes, cuenta Bolívar Ayala. Una de las ventajas de este mercado es que los precios son accesibles, “están a la medida del bolsillo”. Además, los clientes pueden regatear los precios porque no son fijos.
Eddy Moya, presidente de la Asociación, cuenta que los precios se fijan en base a un listado en el que se incluyen los materiales y la mano de obra. “Los costos van de acuerdo con la demanda. Por ejemplo, en un mueble se invierten USD 50 en materiales y USD 30 de mano de obra más gastos de luz y agua, el mueble estaría costando USD 100”.
Martha Aures es una de las socias de la feria. En sus 13 años de experiencia dentro del mercado, lo más importante de este negocio es la atención al cliente. “El laurel del Oriente y el canelo son las maderas que más se utilizan para la fabricación de los muebles. Hay productos de diversos precios, formas, colores…”.
Dentro de los pequeños almacenes se pueden encontrar muebles de todo tipo, desde los USD 70 hasta los USD 500.
El mercado tiene 640 m² de extensión y está abierto de lunes a domingo. Entre semana el horario de atención es de 09:00 hasta las 16:45, mientras que el domingo es hasta las 14:00. Claro el sábado es el día que más clientes se acercan al sitio. Por eso se atiende una hora más.