Esteban Ávila. Grupo EL COMERCIO
Desde Río de Janeiro
A las 15:00 de Brasil (12:00 de ayer de Ecuador), Rodrigo y Esteban Paz, José Murillo y Gustavo Lescovic compartían en el Bar Casa da Cachaza, del Hotel Sheraton Río. Cervezas Antártica heladas, pizza y un aire muy veraniego lucían todos, mientras compartían como si no tuvieran por delante un desafío importante: la final de la Copa Sudamericana.
Un gran recibimiento
En el momento en que el ‘Flu’ entró a la cancha, una enorme nube blanca cubrió el estadio Maracaná, mientras las bengalas verdes complementaban un marco multicolor.
Liga, en cambio, ingresó caminando con la tradicional bandera copera que dice: “Va por ti, Ecuador”.
Por cábala, el ‘Flu’ jugó con el uniforme alterno, blanco, con el goleó 4-0 en el torneo local.
Poco después, Enrique Vera, quien llegó a Río en la madrugada del martes, vestido sin el uniforme de concentración y con muletas, se sumó al grupo que departía a pocos pasos de la piscina.
Mientras tanto, a esa hora empezaron los primeros movimientos en el grupo de utilería, que dirige Rodrigo Boada, para tener los implementos deportivos a punto. Ya se alistan los bultos en el vestíbulo del hotel.
Los hinchas albos acompañaban ese ritual. Poco a poco fueron sumándose más y más, listos ya para salir al mítico estadio Maracaná, en busca de ganar otra batalla, como ocurrió en 2008.
Los cantos, en volumen creciente conforme pasaban los minutos, asustaban a los gringos y asiáticos que formaban parte de la clientela de exclusivo hotel de San Conrado. Por la cara que ponían, casi nadie sabía qué era Fluminense, Liga de Quito o que se trataba de la final de la Copa Sudamericana.
Afuera, impedidos de entrar por la seguridad del hotel, los vendedores informales ofrecían sus mercancías alusivas al encuentro. La placa de carro, con la inscripción “LDU Campeão da Copa Sudamericana” eran ofrecidas en USD 20, pero el precio, con el regate, bajaba hasta 10. Nadie quería quedarse con la mercadería en las manos y vieron en la misma concentración merengue su mejor mercado.
Esa misma seguridad del Sheraton que impidió el trabajo de los informales, horas antes fue incapaz de detener el concierto de cohetazos, bombas de estruendo y similares que estaban dedicadas a perturbar el descanso de los jugadores de Liga, que al final generaron la molestia de todos.
La Policía solamente apareció para ver cómo estaba el panorama y deslizar la oferta de patrullar el sector a cambio de USD 500. Claro que nadie hizo caso a tal extorsión, por lo que los hinchas de Fluminense siguieron fastidiando. En total, los cohetes sonaron de 01:00 a 05:00.
Pero no eran inofensivos. A juzgar por el cañón que dejaron en la vía y con el que lanzaban las bombas, estas podían causar algún incidente desagradable, en caso de que la puntería fallara.
En Liga, esto fue asumido como un detalle anecdótico para no quebrar el entusiasmo. Aquellos que siempre están con la ‘U’ recuerdan que en el mismo Brasil, pero en la playa de Santos, hace unos cinco años el estruendo fue peor. Por eso, ya están curados.
Mientras amanecía y terminaban se sonar los cohetes, salían los diarios. Los más populares, como Meia Hora y Extra, incluso sacaron pósteres en la página central. El lema recurrente fue “Eu acredito” (Yo creo), en referencia a la fe para voltear los cuatro goles de diferencia que Liga logró en Quito.
Lance, en cambio, el principal rotativo deportivo de ese país, prefirió una portada musical, en referencia al Día Nacional de la Samba. Con esta conmemoración se pretendió dar el marco ideal para una victoria histórica.
Pero los hinchas de Liga, ocupados en hacer la mayor cantidad de turismo, no hacían caso de los diarios. La mañana de ayer fue el momento ideal para visitar los sitios recurrentes: Corcovado, Pan de Azúcar y las playas.
Los 10 buses de hinchas salieron del Intercontinental tres horas antes del cotejo. Con custodia policial, recibieron la indicación de no hacer bulla ni cantar para evitar confrontaciones. Desde la zona sur, cortaron camino por la laguna Rodrigo de Fleitas, tomaron el largo túnel de Reboucas y en 45 minutos llegaron al Maracaná.