Nuestro espacio de fugaces libertades es la calle, una calle que se convierte en el escenario de numerosos encuentros y desencuentros, de alegrÃas y dolores, de miedos y de algunas esperanzas.
Los recorridos nocturnos que emprendemos por esquinas de trabajo sexual callejero son la posibilidad de entender que la libertad no está.
La libertad se construye y desde la marginalidad es posible soñar que la noche no fue tan mala, que hay noches peores. En la calle se es libre por instantes…
Aunque el instante nos hace libres, sabemos que al doblar la esquina y empezar el camino de regreso en direcciones opuestas, volveremos a sentir que tenemos poco, que el tiempo se nos escurre y que ya estamos cansad@s.
En la calle el tiempo para soñar termina cuando los otros todavÃa duermen.