La Nación Argentina, GDA
El nombre de Kioto está en boca de todos. Cada vez que esa palabra suena, son pocos los que piensan en la ciudad donde las geishas aún aparecen por las calles, con su andar pausado. La mayoría piensa en el Protocolo que ahí se dictó, aquel que varios países firmaron con la esperanza de salvar al planeta.
Las escuelas para las geishas
Kioto es célebre por ser la ciudad donde todavía funcionan las antiquísimas escuelas de geisha.
Ellas generalmente pasean en el barrio de Gion, envueltas en kimonos y con el rostro empolvado de blanco.
Esas instituciones se dedican a formar mujeres estudiosas de las artes, la música y la cultura general, además de los buenos modales, para atender a los hombres poderosos que requieren de sus servicios.
Las geishas tienen su barrio en Kioto y se calcula que todavía quedan alrededor de 1 100 geishas que mantienen esa tradición.
El Protocolo de Kioto fue aprobado en 1997, para limitar las emisiones de gases que causan el calentamiento global.
Pero Kioto tiene siglos de historia, donde se mezclan las tradiciones samuráis con las tecnologías de punta: en esta ciudad Nintendo tiene su base de operaciones.
También en esta ciudad se ubica un estudio cinematográfico en el cual se ruedan películas históricas japonesas.
La ciudad queda a orillas del río Kamo y en ella se encuentran unos 1 600 templos budistas y 300 sintoístas, siempre repletos por los 40 millones de turistas que llegan anualmente a Kioto.
Además del templo Kiyomizudera, que está junto a unas cascadas en las colinas de la ciudad, el templo Kinkakuji decorado de pan de oro es otro de los destinos turísticos más visitados. A ellos se unen el templo Riyoanji hecho de roca y arenas blancas y el Saihoji, famoso por sus jardines verdes cubiertos de musgo.
Esta ciudad es considerada la capital cultural de Japón. Tanto que por su valor arquitectónico fue la única ciudad importante del país que no fue bombardeada en la Segunda Guerra Mundial. En 1994, Unesco declaró a sus monumentos históricos Patrimonio de la Humanidad.
Situada en la isla de Honshu, Kioto fue la capital del imperio durante 11 siglos, desde 794 hasta 1868, cuando se la trasladó definitivamente a Tokio, desde donde se puede llegar en poco más de dos horas, si se toma el tren bala.
Kioto cuenta con una moderna red de transportes, incluido el subterráneo, pero lo mejor es hacer los recorridos a pie e internarse en barrios que conservan en sus estrechas callecitas empedradas todo el encanto de su historia, como Gion, con el espectacular templo Kiyomizu y pagodas en lo alto. En los atardeceres se llena de misterio cuando las maico -las preciadas geishas, envueltas en kimonos y con su rostro empolvado de blanco- aparecen de pronto, como una alucinación.
En el camino se encontrarán varios restaurantes donde probar yodofu, el tradicional plato de la región, a base de tofu caliente en un caldo de algas y carne, es un compromiso imperdible.
Después de un paseo por un barrio tradicional, el centro de Kioto le va a parecer otra ciudad. Como una extensión de la supermoderna capital, Tokio, en sus calles hay boutiques de reconocidas marcas y grandes tiendas de departamentos , como Takashima, una de las cadenas más importantes del Japón. Enfrente, en la esquina de Kawaramachi y Shijo, en lo alto de un edificio está Kiuki, un modernísimo restaurante de autoservicio con importante variedad de platos de cocina japonesa. En las mesas, los platos le permitirán sumergirse en los sabores tradicionales de la ciudad.