El 80% de los afiliados al IESS cayó en la tentación de consumir sus ahorros de jubilación, siguiendo el ejemplo que viene dando el Gobierno, el cual se ha gastado todos los fondos acumulados hasta antes del 2007.
La idea de entregar a los afiliados sus fondos de reserva a través del rol de pagos -para quienes así lo deseen- nació con la crisis económica internacional del 2009.
Las autoridades vieron que los fondos de los afiliados eran una gran fuente de recursos para hacer política contracíclica, recomendada en épocas de vacas flacas. La receta es inyectar más dinero en la economía durante la época de crisis para mantener el ritmo de crecimiento. Con este tipo de medidas se evitan abruptas caídas en la actividad económica, que generan desempleo y profundizan la pobreza.
Pero la receta también dice que el ahorro debe generarse dentro del Gobierno, lo cual supone que al final de cada año debe existir un superávit fiscal, es decir, que haya más ingresos que gastos.
Eso no ha ocurrido durante los últimos ocho años. Al contrario, las cuentas fiscales registran un déficit cada vez mayor, pese a la bonanza que dejó el ‘boom’ petrolero.
El presente año, al igual que el 2009, se presenta complicado por la caída de los precios del petróleo, lo cual amenaza el crecimiento de la economía. La receta debiera ser aplicar nuevamente la política contracíclica, pero eso ya no es posible porque el Gobierno se gastó los ahorros. Y los fondos de reserva ya están circulando en la economía.
Ante la falta de ahorro interno, la política contracíclica se hará con mayor deuda pública y orientando los recursos de fondos del sector privado. El flamante Código Monetario serviría para ese propósito.
El síndrome de gastador compulsivo que se observa en el Gobierno estaría replicándose en los afiliados al IESS, en aquellos que suman sus fondos de reserva al sueldo mensual, generando una bonanza ficticia, sin saber que cuando se jubilen no podrán hacer política contracíclica.